miércoles, 30 de diciembre de 2009

La revancha del agregado más absurdo

Mi relación con Sofía comenzó cuando ella aún era novia de Renzo. Entiéndase que al decir relación me refiero a esa amistad coqueta previa al noviazgo, esa complicidad cálida que se convierte en la etapa más excitante de cualquier pareja, y no, a los besos amorosos en los labios, agarraditas de mano en la pasarelas de la universidad y encuentros íntimos. Entiéndase también, que era una relación de amistad abierta, explicita, declarada, y no a las espaldas de Renzo, que generalmente estaba ausente por su propia voluntad, por su autosuficiencia de chico ganador.

Renzo y yo éramos amigos ocasionales. Entiéndase por amigos ocasionales a dos hombres que se encuentran con un saludo educado, distante, respetuoso, cargado de una admiración sincera y también de una sana envidia, porque él tenía a la novia que yo siempre quise, porque él tenía no solo a la novia que siempre quise, sino incluso, las amantes que siempre quise. Que no se entienda por amigos ocasionales a ningún tipo de atracción física y mucho menos a ningún encuentro clandestino cargado de cariño extremo.

Renzo y yo éramos amigos de tragos. Entiéndase por amigos de tragos a dos hombres que, borrachos, hablan del amor y sus enormes dificultades, como el amor entre él y Sofía, los celos asesinos de ella, el amor inmenso que él sentía por ella, la confianza que ella depositaba en él y las escapadas que él se perdonaba, según me decía: para valorarla más.

Renzo me confesaba que Sofía y él eran muy felices mientras yo conspiraba por devastar ese amor perfecto, por robarle a la novia que siempre quise, por apoderarme de sus besos y sus caricias y por hacerme dueño de sus sueños. Él no sospechaba que yo tenía esas intenciones, no sospechaba que era un canalla que había llegado a su vida para robarle a la mujer de sus sueños húmedos, no sospechaba que cada día de ausencia hacia que perdiera inexorablemente a Sofía y que cada conversación nuestra me permitía conocer sus falencias y atacar sus debilidades de pareja.

Me excuso con decir que en las batallas del amor no hay hermandad que nos una, que mi amor por Sofía podía más que mi cariño y admiración por Renzo, así, me fui acercando a la vida de Sofía, delante de él, tanto que a veces nos encontraba conversando, a ella y a mí, en la cafetería de la universidad y se acercaba a saludarnos, confiado tontamente en que yo estaba ahí para abogar por él, por esa relación que me había empecinado en aniquilar.

Fue un golpe duro, una bomba molotov que estalló en su rostro cuando se enteró, de labios de Sofía, que había comenzado una relación conmigo. Y es que si algo tengo que rescatar de Sofía es que esa vez fue valiente, citó a Renzo en una banca de la universidad y le dijo, de frente y mirándolo a los ojos, ya no estoy contigo porque estoy con Sergio. Ese es un gesto que no muchas mujeres tienen.

Esta fue la revancha del agregado más absurdo (*), ese personaje que siempre pierde, que generalmente pierde y que probablemente siga perdiendo, pero que aquella vez venció con astucia y encanto, ese encanto mentiroso que algunas mujeres imaginan que es el amor perfecto para toda la vida, y es que si le mentí a Renzo también le mentí a Sofía, porque nada dura para toda la vida, todo tiene un final, feliz pocas veces, infeliz muchas.

Quién sabe si ahora Renzo busca su revancha o la vida misma se encargará de dársela. Quién sabe si es que ahora Sergio se convirtió en Renzo, en ese personaje que se dejó vencer por el agregado más absurdo, y es que eso es lo lindo de la vida, no siempre tenemos el mismo papel, no siempre cumplimos la rutina de un mismo personaje. Para ser consecuentes, debo mantener mi posición y decir que para el amor no hay amigos, que cualquier compañero de trago o de tertulia tranquilamente puede ocupar mi lugar con alguna ex novia mía, desplazarme, hacerme a un lado, o mejor aún, yo darle, voluntariamente, mi lugar.

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