domingo, 24 de agosto de 2008

Mujeres

Cuando un amigo ama a una mujer, lo mejor es que esa mujer este a miles de kilómetros de ti. Durante todo este verano han pasado cientos de días de sol y playa, tantos, que necesito un invierno urgentemente. Muchas veces, ese invierno puede estar sobre la cabeza de alguien más, por ejemplo, tu hermano, tu amigo, tu pata.
Mi pregunta es simple: ¿puede más una mujer que un amigo? La respuesta es simple también, SI. La mujer puede con todo y contra todo. Tiene las armas suficientes para devastar la paz del alma y llenar de ruido el silencio de tu corazón. Una mujer alcanza los niveles insospechados de perturbación y desorden, al grado de estropear la amistad, el aprecio o el cariño de dos hermanos. Estoy seguro que la Biblia obvia que Caín y Abel se pelearon por una mujer. Tuvo que ser una mujer la que provocara la muerte de Abel, porque Caín no estaba loco para matarlo en vano.
Marco Antonio, ese militar romano de los libros de historia universal, entrenado para la guerra y para la venganza, perdió la noción del tiempo y del espacio tras conocer a Cleopatra, su reina y la reina de Egipto. El mágico Lennon priorizó el amor de Yoko Ono, por sobre la música y su grupo, los Beatles.
Maria Magdalena, la mujer que le quitó el sueño a Jesús y le dio esa esencia de hombre completo, capaz de amar a una mujer, con las válidas emociones de cualquier mortal.
Y así, podemos dar más y más ejemplos que demuestran que estamos sometidos al yugo de las mujeres. Para nosotros, el amor representa una mujer en todas sus formas. La mujer es un abrazo, es un beso, es el simple hecho de sentirnos protectores, es la capacidad de hacer reír, de causar expectativa, de causar dolor, es el simple hecho de escuchar palabras de amor o tímidamente decir alguna frase cursi. La mujer nos hace sentir vivos, y no solo por la necesidad de sexo, si no, porque no podemos ser hombres sin ellas.
Es sensato permanecer lejos de la mujer que cautiva las noches y hace más felices los días de tu amigo, de tu mejor amigo. Pero es deshonesto, escapar a esas emociones de felicidad provocadas por cada momento cerca de esa misma mujer, causante de ese disparate llamado amor. Tal vez lo mejor sería huir de la ciudad y manejar un coche hasta chocar contra la muralla de la consolación, y permitirte llorar a solas la agonía de tener que hacer lo correcto mas no lo que realmente quieres.
Necesitamos conocer si realmente tenemos las agallas de romper el valor de la amistad por el amor de una mujer causante de tantos estragos. ¿Vale la pena perder todo por ellas? Es aterradora la respuesta, pero la verdad es que SI.