martes, 14 de diciembre de 2010

El Premio Nobel en Lima



El premio nobel de literatura 2010 ha llegado a Lima hace algunas horas y como no podía ser de otra manera, la prensa le preparó una bienvenida tratando de rescatar sus primeras declaraciones. Veo a un Mario Vargas Llosa despeinado, cansado y hasta aburrido de repetir lo mismo ante cada micrófono, deshaciéndose en agradecimientos mentirosos al Perú, a gente que no lo lee, que siempre le ha dado la espalda a sus libros y que le reconoce únicamente la derrota del noventa, en su campaña presidencial frente a Fujimori. No sé si Mario merecía el premio nobel, quizá su obra literaria es la suma de buenas novelas que en definitiva no hacen una gran novela. Acabo de ver un video donde hacen un paralelo entre Gabo y Mario, y el presentador menciona que la batalla literaria la ganó este último, ya que teniendo setenta y cinco años sigue vigente con una obra general monumental. Para mi Mario no ha escrito la obra maestra que escribió Gabo, esa es la diferencia sustancial. Gabo escribió buenas novelas y un clásico, Cien años de Soledad. Mario escribió solo buenas novelas. Quizá suene un poco mezquino, por eso diré que Mario es un gran escritor, un genial contador de realidades maquilladas en la ficción, solapadas en una imaginación alborotada por una realidad cruda y miserable. No escribió Cien años de Soledad, pero tuvo la personalidad suficiente para hacerse un camino solitario en medio de monstruos literarios como Gabo y Cortázar, con quienes convivió en épocas brillantes de lucidez intelectual y política. Hoy Mario regresa al Perú a pasar fiestas de fin de año con su familia, cansado de un premio nobel desgastante, que lo ha tenido los últimos dos meses paseando por el mundo repitiendo los mismos discursos, el más celebrado, seguramente, el de Estocolmo, cuando hace un agradecimiento emocionado y sentimental a Patricia, su esposa y compañera de vida. Quizá haya sido lo mejor que escribió, esas líneas apasionadas y agradecidas sobre la mujer de su vida, el discurso que cualquier amante feliz quisiera regalarle a la dueña de su corazón, y qué mejor, que en el marco de un premio nobel.
Mario regresó al Perú y comete el error de zambullirse en temas ajenos a la literatura. Comienza a pasear su discurso por campos minados donde generalmente sale mal parado, porque sospecho que su contradicción ideológica lo ha traído de mal en peor, de tropiezo en tropiezo, tratando de emular un sistema ajeno a la realidad diversa del Perú. Mario quizá no conoce al Perú en toda su dimensión, haber estudiado en el Leoncio Prado no le da una visión real, sino solo una muestra, de lo que realmente es el Perú andino, campesino, criollo y selvático, una mezcla de costumbres y etnias que pareciera jamás entraran en convergencia, sino todo lo contrario, el destino y las mafias imperialistas se empecinan en alejar y sesgar. Mario, creer en una democracia mediocre no es hacer un bien sino hacer lo que se puede. Usted en sus años mozos respaldaba la revolución con gran fervor y sus compañeros intelectuales, mentes brillantes a los que seguramente admiraba, lo conminaban a pensar que el cambio estructural y extremista era la solución a todos los problemas sociales. Hoy vemos que no es así, la revolución de un sistema comunista ha fracasado y con ella los más insignes dictadores de la región. Usted en sus años mozos fue castrista, alentó desde su posición posturas radicales como la de Cuba, ya luego con los años se fue moderando, se fue cambiando de bando, se fue pasó de la U a la Alianza, algo que es respetable mas no confiable, porque nos da claras muestras que su posición es cómoda, subordinada, ajena a lo necesario para buscar ese cambio social soñado. Decir que es mejor tener una democracia mediocre a tener una dictadura es una postura muy simplista, es como el que dice no importa que robe pero que haga obras. Estas frases, la suya y la del peruano promedio, son muy parecidas, algo difícil de creer, teniendo en cuenta que usted es un intelectual y que podría tener las cosas un poquito más claras.
Sin embargo, saludo su aversión, tirria y repugnancia por la candidatura presidencial de Keiko Fujimori. Estoy completamente de acuerdo en que Keiko representa el SIDA en fase terminal y que no merecemos tal cosa. Keiko representa el retroceso, el atraso, la ignorancia y la pendejería en su mayor esplendor. Su padre, el ex presiente Alberto Fujimori, sumergió al Perú en una dictadura, en una burbuja donde todo se controlaba, donde la libertad y los derechos se subordinaron a los intereses de Fujimori y Montesinos, dos personajes siniestros que jamás debieron acercarse al poder. La década del noventa representa el atraso, la violencia, el autoritarismo y la dominación más vil y miserable, aprovechándose siempre de las mayorías, de las masas ignorantes, de la clase económica más pobre que en medio de su necesidad le ofrecía el poder infinito después de cada elección presidencial. Fujimori vendió al país en pedazos y nos sometió a un yugo que hasta hoy nos tiene atados a esas trasnacionales que viven de cada sol robado a nuestra gente. Cada vez que reneguemos de Telefónica, acordémonos de Fujimori. Combatió el terrorismo, es verdad, y lo venció, también es verdad, pero me pregunto si eso no era su trabajo, me pregunto si esa no es la función de un mandatario que voluntariamente sube al sacrificado y desagradecido puesto de presidente de la nación. Me pregunto, también, si robar y asesinar eran funciones que el pueblo le encomendó, me cuestiono, si vender el país y maniatar los medios de comunicación eran funciones legales de un presidente elegido democráticamente. Creo que la respuesta es no. Fujimori robó el plan de gobierno de Mario y venció el terrorismo, esos son sus dos aciertos, el resto fue un desastre colosal y una suma de delitos que hoy lo llevaron a estar donde está, en la cárcel. La hija de un mafioso cuyo único merito es ese, ser su hija, de ninguna manera puede llegar al poder, no concibo ese escenario, no creo que nuestra estupidez sea tan oceánica, me resisto a creer que el fujimorismo se burle de nosotros, nuevamente.
Olvidémonos por un instante de Alberto Fujimori y concentrémonos en Keiko. Quién es Keiko, pongamos sobre el tapete su nivel intelectual y su aporte personal a este país. Reconozco que baila bien y que tiene ideas publicitarias de vanguardia, llevando mítines danzarines junto a Carlos Raffo por las zonas del Perú más olvidadas, con la única intención de llegar a un escaño en el congreso. Le fue tan bien en su saltimbanqui discurso político que alcanzó el primer lugar, como la política más carismática y sonriente de la campaña. Ese fue su premio, por eso ahora es congresista, por eso ahora nos representa, pero no en una pista de baile que con justicia sería el lugar ideal donde sus ideas podrían moverse con soltura, sino en el lugar equivocado, en el congreso de la república, donde desgraciadamente se decide el destino de un país condenado a una clase política tan pobre como el pueblo y el sistema que la elige. Perú se ha convertido en un país con ideas mediocres, donde cualquier tipita o tipito pendejerete, con un poco de viveza, puede llegar al poder, convertirse en un dictador y subyugar a su pueblo en la miseria eterna. Aquí no hace falta tener laureles, ni títulos, ni logros académicos, ni ideas sólidas, ni pensamientos, ni conocimientos profundos sobre la realidad nacional, aquí solo hace falta saber bailar, mover el cuerpito o ser bonito, y listo, es suficiente currículo para ser presiente, congresista o alcalde.
En esto voy a muerte con Mario. Creo que en el noventa el Perú le jugó una malísima pasada a un compatriota con ideas confundidas, equivocadas muchas de ellas, pero con los meritos intelectuales suficientes para dirigir dignamente un país, poniendo su prestigio como carta de presentación ante su labor pública. Varguitas ya era un gran escritor en ese entonces y tenía prestigio, reconocimiento, no era un anodino aprendiz de nada que buscaba suerte como candidato, era un señor políticamente confundido pero capaz de poner su nivel intelectual al servicio de su nación. Hoy no comparto muchas de sus ideas políticas, no considero que sea el más grande escritor peruano, habría que leer a Arguedas, a Vallejo, y luego opinar, pero creo que estaremos en la misma dirección contra el atraso, contra ese SIDA terminal que significaría un gobierno de Keiko Fujimori. Saludo su regreso al Perú para la única tarea de evitar que Keiko sea presidente. Quizá para eso sirva el premio nobel al fin y al cabo.

domingo, 26 de septiembre de 2010

3 de Octubre: Eclipse Anular de Sol



Si me preguntan por quién votar en estas elecciones municipales del 3 de octubre, mi respuesta se perdería en meandros llenos de explicaciones y retóricas que me llevarían a la conclusión fatalista de no tener absolutamente nada claro. A veces caigo en el juego perverso de los medios de comunicación, que con sus artimañas y tretas buscan confundir, o lo que es peor, dirigir la conciencia y el voto de los electores. Me parece grotesca la intervención abusiva e ilegal del grupo de la corrupción, de la cúpula Fuji-Montesinista, que lanzó esos audios apócrifos de la candidata Lulú (así llamada cariñosamente a Lourdes Flores) donde deleznaba y vilipendiaba el masacrado puesto de alcaldesa de Lima. Me horroriza pensar que la izquierda radical recobra vida con la aparición relampagueante de Susi (así llamada cariñosamente a Susana Villarán) porque me hace sospechar que aún existe gente enterrada en el pasado, atorada en el recuerdo de un sistema fracasado y mediocre. La izquierda en el Perú y el mundo (pero sobre todo en el Perú) terminó lapidándose por la mediocridad de su gente, por la ineptitud y populismo de sus líderes. Por mi parte, por mi sangre roja, puede existir la inclinación por la justicia social y por la repartición homogénea de las riquezas. Puede existir en mí la necesidad de ir en busca de una restructuración, una reingeniería, un cambio radical desde los cimientos, aplacando la corrupción y la falta de ética, poniendo mano dura y siendo implacables al momento de sancionar, pero, ahora estoy sumamente convencido que el peor enemigo de la izquierda es su propia y supina mediocridad, esa facilidad engañosa de palabra, esa retórica flamígera que solo sirve para levantar ánimos y quemar llantas, pero que con el poder una vez en hombros, no son capaces más que de enterrar y hundir aún más lo que buscan salvar.
Tampoco creo en la derecha abusiva, en la violencia contra el más pobre, en las diferencias sociales marcadas por el dinero o el color de piel. Desconozco los convenios donde el rico sale ganando y el maltrato de los grandes capitalistas para con sus obreros, a los cuales creen descartables, como si fueran vasos de plástico. No comparto la opresión, no comparto el aniquilamiento de la educación, la violación de la cultura y el acceso a la información. Desprecio la frivolidad del dinero como justa medida de existencia. No creo completamente en el libre mercado sin las condiciones para que el más chico también pueda ganar. Creo en el reflote económico de las partes marginadas, no creo en que el pobre debe ser más pobre y estar con los pobres y que el rico debe ser más rico y estar entre ricos. Critico a esos gobiernos que no cuidan y protegen su industria. Lamento que no haya desarrollo de ciencias y tecnologías. Odio la corrupción, la misma que la derecha y la izquierda han tenido como principal aliada.
A pesar de que los líderes de la derecha no son tan locuaces y encantadores como sus antagónicos, sus disertaciones están plagadas de la misma mentira y demagogia, sin ningún pudor ni reparo, a darse su justificado baño de pueblo, amaneciendo en cerros, caminando por conos, con el único afán, con la única meta, de embriagarse una vez más del poder. Por eso no puedo votar ni por Lulú ni por Susi. Pero algunas veces mi corazón rojito me incita a inclinar mi favoritismo por Susi, mis ganas de creer se renuevan con esta lideresa encantadora y jovial, con aire de hippy y moderna total, en contra posición a la cucufata y virginal Lulú, que no es tan encantadora y sí más pituca y tonta, tonta porque no tiene olfato político, porque quizá es ingenua y leal o muy descarada y sinvergüenza, sobre todo al enterarnos que fue asesora de un casi condenado narco. Por otro lado me gustaría votar por Lulú porque no soporto que Bayly la castigue con la mayor crueldad todos los días. Porque sospecho que Bayly tiene una alianza clandestina con el fujimorismo y por consiguiente necesita destruir la derecha pituca y dividir la izquierda entre radicales y moderados. Tampoco puedo votar por Susi gracias a la gente que la acompaña en su equipo de trabajo. Tampoco por Lulú porque es tonta (démosle el beneficio de la duda), al tener una vinculación directa con un casi narco. Ni por Susi porque recibe el apoyo de Bayly, cuya productora es fujimorista y apoyó a la campaña de Fujimori en la reelección del 2000, mientras que hoy por hoy, Bayly apoya a Keiko Fujimori, aun sabiendo que es la continuación de la enfermiza megalomanía política de una mujercita y su padre, que no han hecho nada para merecer la presidencia, como tampoco Keiko hizo nada en el 2006 para ser congresista, más que bailar y llevar a su esposo gringo a todos lados, sobre todo a los conos, y ganarse así, el voto de gente ignorante y humilde que el gobierno de su padre procuró no educar.
La prensa cree ser el cuarto poder del estado y se carga sobre sus hombros la responsabilidad de darnos masticado el acontecer político diario. Ellos nos ponen la plana del día, nos dicen qué hablar, nos dirigen cómo opinar y por quién votar. NO, no debemos permitir que la prensa cumpla un papel tan preponderante en nombre de la libertad de expresión. No debemos permitir que la prensa tenga intereses políticos, que se parcialice con un candidato y que la publicidad nos venda el voto que es nuestro. De la misma forma que las encuestas, que ahora nos cuentan el final de candela del esperado 3 de octubre. Yo no votaré ni por Lulú ni por Susi por la simple satisfacción de mandar a la mierda a las encuestas, a la prensa, a la derecha y a la izquierda, votaré por otro candidato o marcaré en blanco, pero no sucumbiré a la manipulación grosera de los medios, obligándome a votar en una falsa democracia donde me ponen dos candidatos y me dicen… ¡ELIGE!... No, no aceptaré que ese sistema maniatado se burle de mi interés por el cambio en el país. No debemos olvidar que democracia significa del pueblo para el pueblo, y no del pueblo para intereses individuales. El interés de las masas supera el interés individual, ahora el tema es definir cuál es el interés del pueblo, qué es lo que buscamos como nación. Mientras la ignorancia y la oscuridad gobiernen nuestras mentes, jamás podremos saber qué es lo que queremos. Pero eso, será motivo para otro artículo. Buenas noches.

jueves, 23 de septiembre de 2010

La piedra



Hace unos días, me puse a pensar en la mejor forma de cambiar las cosas. Meditaba en la diferencia que existe entre ‘hacer mucho’, ‘hacer’, o ‘no hacer nada’. Entendiendo por ‘hacer’ al movimiento, la acción, el dinamismo de nuestro cuerpo y mente en busca de un cambio. Me preguntaba si esa acción debe ser en cualquier momento o depende del ‘tiempo exacto’. El cambio solo se puede dar mediante un proceso, los procesos dependen del tiempo y quizá ahí podría dar por concluida mi explicación, pero la pregunta exacta es CUANDO debe comenzar el proceso de cambio. Es aquí que me entusiasma la idea de creer en el AZAR como el hacedor de todo lo mágico en este mundo. Creer que mismo ‘efecto mariposa’ una cosa traiga la otra y el azar corone una revolución estructural en los cimientos de este país, en la calidad de vida de las personas, en el pensamiento crítico y en la ética. Por otro lado, muchas personas creen que la ‘acción’ es el camino directo al cambio, a la transformación, lo cual es cierto, porque si nadie mueve la piedra del camino, lo más probable es que siga ahí por la eternidad, sin que nada cambie. La piedra necesita de un hombre que se agache, la coja y la mueva, de lo contrario, ella seguirá quieta, inmóvil. Por otro lado, quien coja la piedra puede hacer muchas cosas con ella. Puede levantarla y ponerla en un lugar más alto del suelo, puede cogerla y lanzarla contra otra piedra, puede usarla como proyectil y matar a un animal o a otro ser humano. En todas esas acciones existe un cambio, la pregunta sería, qué tipo de cambio buscamos.
Por otro lado, considero que la estática también tiene su encanto. Si la piedra no se mueve, no hace nada, está quieta, cualquiera diría que es una perezosa, un estorbo, una pérdida de tiempo. Yo diría que depende de dónde está la piedra. Si la piedra está en el suelo, abandonada a su suerte, seguramente sea verdad dicha afirmación, porque digamos que no tiene ninguna energía más que su inercia (propiedad de la masa que se define como la oposición al primer movimiento) pero, si la piedra está a una cierta altura del suelo, quieta, inmóvil, entonces podemos decir que su posición es engañosa, porque puede estar estática pero además de su inercia contaría con energía potencial (gracias a la altura que se encuentra del suelo). Entiéndase por energía a lo que permite el cambio de estado, el poder que transformaría las cosas. Si la piedra tiene energía, significa que el ‘azar’ podría moverla hacia cualquier dirección (con un pequeño empujoncito) y así liberaría toda esa energía convirtiéndola en movimiento (energía cinética) y si la piedra se encuentra en un despeñadero, podría generar una pequeña avalancha. La idea es poner la piedra a una cierta altura. Si la piedra es la metáfora del ser humano, entendemos por energía el conocimiento necesario para que el azar haga magia. La altura es la cantidad de conocimiento, la cantidad de preparación, la cantidad de crítica, de actualidad, que el hombre necesita para conocer su entorno. Contra más alto estés del suelo, mejor perspectiva del mundo, mejor panorama. Así podemos comprobar que la dinámica no es todo. La estática, durante el tiempo correcto, también puede convertirse en un agente de cambio potencial. La estática permite una mejor calidad de movimiento durante la dinámica. Todo fluye. Pero ahora, alguien me podría preguntar cuál es la altura y el tiempo precisos. Eso es un tema que se lo dejo al azar. En realidad el tiempo en el que nos toque hacer algo por cambiar el mundo, el tiempo exacto para la verdadera revolución (si es que somos los llamados para liderarla) es un indescifrable capricho del azar. Solo nos queda prepararnos, estudiar, leer, criticar y congregar con otras mentes que también buscan el cambio sustancial. El proceso es largo y doloroso, por eso desde el anonimato debemos vivir una correcta estática, elevémonos y carguémonos de la energía que algún día, antes de nuestra muerte, utilizaremos en forma dinámica para el cambio de nuestro país, de la Humanidad. Dios escuche nuestros ruegos.      

martes, 31 de agosto de 2010

El Pozo de los Deseos

Era 30 de agosto de 1994. Mamá pasaría por nosotros a la escuela como todos los días. Sarita y yo la esperábamos en el portón del colegio, cogidos de la mano, deseando que ningún niño malo hiciera de las suyas con nosotros. Mamá se demoró un poco, aquella tarde sería especial y quizá el prepararla la había retrasado. Las cosas con papá no iban bien, así que esta vez solo seriamos tres.


Sarita llevaba las cartas en su maletita raída, las habíamos escrito en la hora del recreo, sentados en las bancas del patio central mirando cómo los otros chicos jugaban, mirando cómo los otros chicos eran felices. Pasaban los minutos y ya nadie quedaba frente al portón del colegio. Por un momento pensamos que mamá se había olvidado de nosotros, que seguro una cajetilla de cigarros la había distraído lo suficiente como para preferir seguir recostada sobre el sofá aterciopelado de dos cojines, mirando el humo que salía de sus labios y escuchando ese casete de boleros que hoy me atormentan. Sarita creía que lo mejor era regresar a casa, mamá no iba a venir, pero algo en mí me decía que mejor esperáramos unos minutos más, total, nada mejor teníamos que hacer. Sarita, entonces, cogió las cartas y las acomodó en su cuaderno de control. Noté que con frecuencia hacía lo mismo, seguro tenía miedo de que las cartas volaran o se evaporaran por alguna extraña razón. Ninguno quería que eso pase, esos papeles rayados eran nuestra última esperanza.

Mamá apareció a lo lejos con una sonrisa que hace tiempo no veía. Nos dio un beso a cada uno y nos enrumbamos al destino de la tarde. Era un día amarillento, lento, como un ligero recuerdo, borroso, de esos evocados cuando aparece la muerte. Subimos al bus y mamá cargaba en sus piernas a Sarita, yo cogía ambas mochilas y mi hermana no dejaba de mirar la suya, porque era la más importante, la que contenía nuestras cartas. Durante el camino pensaba que papá debería estar con nosotros, pensaba que un acto de fe es mejor cuando se suman más personas a él. A la vez no dejaba de mirar por la ventana y me maravillaba con aquel paisaje nuevo, es que no salía mucho de casa y viajes largos solo lo hacía en el coche de papá, pero aquella tarde, papá no estaba.

Llegamos al centro de Lima, curiosamente había mucha gente caminando hacia un mismo lugar. Sarita y yo no soltábamos las manos de mamá mientras cruzábamos esas avenidas largas y anchas, hastiadas de carros y transeúntes. El lugar era una catedral pintada de rojo, vayamos a saber por qué. Cuando entramos, tuvimos que hacer una cola larga. No pensábamos encontrar a tanta gente, no imaginábamos encontrarnos con tantas cartitas. Sarita sacó las hojas rayadas de su maletín y las apretó con fuerza, como si quisiera evitar que salgan corriendo. Mamá quiso leerlas, pero no la dejamos. Pasaron algunos minutos y llegó nuestro turno de dejar las misivas en aquel pozo de veinte metros de profundidad, lleno de cartitas de colores, lleno de pedidos y ruegos. Al lado del pozo había un cuartito donde alguna vez durmió la santa, rodeado de rosas, todas rojas, quizá eso explica el color de la catedral principal. Sarita me dio la carta que llevaba mi nombre, mero formalismo porque ambas decían lo mismo. Nos miramos, y, temiendo lo peor, soltamos las cartitas que volaron como plumas hasta encontrar el fondo, perdiéndose en el mar de sobres, en aquella inmensidad de suplicas donde la nuestra era una más.

Querida Santa Rosa de Lima:

Me llamo Sergio Morelli y tengo nueve años. Sé que no todas las noches te rezo, perdón por mi olvido, a veces me quedo dormido y cuando abro los ojos al día siguiente recién me doy cuenta. Te quiero pedir una cosa, seguro estas ocupada con tantas oraciones pero te suplico me prestes atención. Mi hermanita y yo te pedimos que mis papitos no se separen, últimamente se pelean mucho y eso nos hace llorar, algunas veces papá se va de la casa y mi mamá se queda llorando, por favor, te pido que eso cambie. A cambio, mi hermana y yo prometemos estudiar mucho, sacarnos buenas notas en el colegio y ver si así mis papás se ponen contentos. También prometemos portarnos bien, no pelear entre nosotros, recoger la mesa después de comer para que mamá no grite y no romper nada del escritorio de papá para que no se moleste. Te lo pido mucho Santa Rosita, nosotros queremos mucho a mis papis y no queremos verlos mal. Prometo volver el próximo año y traerte otra carta. Gracias Santa Rosita. No te olvides de mí.

Nunca más Sarita y yo regresamos al pozo de los deseos, tampoco rezamos mucho después de aquel día. Por alguna extraña razón Santa Rosita de Lima es la única santa que me genera confianza, por alguna extraña razón alguna vez creí en ella y no sé si me falló o no. Lo único que sé es que mi cartita sigue perdida en aquel pozo, sepultada por miles más, tratando de encontrar un buen lugar donde la mano redentora de la santa pueda llegar para cumplir el pedido de estos dos niños. Santa Rosita, donde quiera que estés, sospecho que tienes mucho qué leer.

domingo, 22 de agosto de 2010

La fábula de los tres hermanos


De tres hermanos el más grande se fue por la vereda a descubrir y fundar y para nunca equivocarse o errar iba despierto y bien atento a cuanto iba a pasar. De tanto en esta posición caminar ya nunca el cuello se le enderezó y anduvo esclavo ya de la precaución y se hizo viejo queriendo ir lejos con su corta visión. Ojos que no miran más allá no ayuda al pie. Óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú.

De tres hermanos el del medio se fue por la vereda a descubrir y a fundar y para nunca equivocarse o errar iba despierto y bien atento al horizonte igual.

Pero este chico listo no podía ver la piedra, el hoyo que vencía a su pie y revolcado siempre se la pasó y se hizo viejo queriendo ir lejos adonde no llegó.

Ojo que no mira más acá tampoco ve. Óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú.

De tres hermanos el pequeño partió por la vereda a descubrir y a fundar y para nunca equivocarse o errar una pupila llevaba arriba y la otra en el andar. Y caminó vereda adentro el que más ojo en camino y ojo en lo porvenir y cuando vino el tiempo de resumir ya su mirada estaba extraviada entre el estar y el ir.

Ojo puesto en todo ya ni sabe lo que ve. Óyeme esto y dime, dime lo que piensas tú.



El primer hermano sale a la vereda y se concentra en el presente. Tal vez podemos entender que Silvio sanciona a las personas que viven solo pensando en el presente, sin importarle el pasado ni el futuro. Recordemos la responsabilidad social e histórica de las canciones de Silvio, un hombre que formó parte de la nueva canción, la nueva música en cuba y centro América. No tengo duda de que en esta parte de la canción lapida a los que tienen los ojos puestos en el hoy, únicamente. De los tres hermanos primero va el mayor, el responsable de los demás, el que debe velar por las necesidades de los otros dos menores, el llamado a buscar una forma de subsistencia. Como nunca quiere fallar, porque su situación no se lo permite, y esto es muy importante, porque quiere decir que estamos hablando de personas que necesitan salir adelante, salir del espacio en el que se encuentran. Curiosamente se me viene a la mente la situación del latino en su propia Latinoamérica, esa millonada de gente que busca la superación, pero solo ve el hambre y la necesidad del día. Esa gente que sale a buscar el camino inmediato, como los mexicanos que cruzan la frontera con los Estados Unidos, como los cubanos que escapan por la playa, como los miles de sudamericanos que viajan a los sinfines del mundo con el sueño anhelado de superación. Quizá en aquellos países, esa gente necesita caminar mirando al piso, para no caer, para no tropezar, y de tanto estar en esa posición no podrán levantar la cabeza jamás, claro, no conviene, es mejor mantener un perfil bajo en un país que no es el suyo. Y hablo de los millones de personas que dejan este país y muchos otros hermanos latinos que van tras esa locura progresista, no hablemos de los casos particulares, hablemos de las masas. ¿Podemos decir que esa gente tiene corta visión? Entendamos la necesidad y la situación de ese hermano mayor, la responsabilidad que tiene sobre sus hombros. No podemos juzgar, pero digamos que por encima de las convicciones y del conocimiento está el hambre y la pobreza. Ahora quiero detenerme un poco en esta parte de la canción Ojos que no miran más allá no ayuda al pie, los ojos están en la cabeza, no son fuerza, son un sentido, una razón para hacer o no algo. Digamos que podemos parafrasear a Silvio y decir que los ojos representan a la mente. ¿Y cómo puedo ver más allá con la mente? La respuesta es sencilla, con el conocimiento. El conocimiento te da herramientas de discernimiento, te aleja de los engaños y las tomadas de pelo, te da un razonamiento crítico, te enseña a no aceptar las premisas equivocadas o falacias de los ‘más vivos’. El conocimiento te hace libre. Los pies son la acción, el movimiento, la fuerza. Podemos decir que los pies son la acción luego de un trabajo de pensamiento, la cabeza ordena el cuerpo cumple. Si el pensamiento es correcto, la acción también lo será, caso contrario, posiblemente terminaremos con el cuello doblado, esclavos de la prevención, del miedo que nos provoca la ignorancia.

Como el mayor se traicionó o falló, le sigue el segundo. Este tratará de aprender de la experiencia de su hermano mayor, pero es su hermano, quizá éste sea un poco más listo que el primero, pero entendemos que recibió lo mismo que el antecesor. Lo más probable es que tropiece con la misma piedra. A diferencia del primero, éste ya no mira el presente, se asquea de su situación actual y ahora quiere ver el futuro, su futuro, cómo será de aquí a unos años, cuando logre alcanzar lo que su hermano mayor no pudo. Como empezó a caminar por la vereda mirando el horizonte, distraído en las cosas del futuro que son gaseosas, sueños, quimeras, entonces no se dio cuenta y tropezó. La canción dice el hoyo vencía su pie. Podemos sospechar que esa forma nefelibata de caminar por la vereda no le trajo mejores resultados que al primero, sigue faltando algo, se sigue cometiendo un error, el primero era no tener conocimiento y solo mirar el presente, ahora encontramos que enfocarnos solo en el futuro tampoco funciona. El conocimiento sigue siendo la base de esta canción, pero qué viene después. Usando el mismo razonamiento para esta frase magistral Ojo que no mira más acá tampoco ve, como jugando, Silvio, a diferencia de la primera incursión del hermano donde solo veía el presente, ahora nos dice que tampoco es malo mirar el hoy. Esto es tremendo, porque podríamos decir que Silvio juega, la solución es mirar al horizonte, ¡no!, la solución es mirar también acá.

Veamos qué pasa con el último hermano. Éste, en las mismas condiciones de los anteriores y con la experiencia de los dos primeros, sale en busca de esa vereda. La canción dice que el menor de todos pone un ojo en el camino y otro en el horizonte, ¿es eso posible?, claro, entendemos que consciente de su presente busca un futuro, trata de transformar lo que tiene sin llegar a traicionarse. ¿Será eso posible? ¿Se traicionará como los otros dos? Veamos. Cuando vino el tiempo de resumir, entendemos que llegó el momento de buscar su identidad, de decir quién es, posiblemente este momento de resumen ocurrirá cuando logre salir de la situación precaria y paupérrima en la que vive. Esto le pasa a muchos latinos pujantes, luchadores que triunfan en su misma tierra o esos escasos hombres y mujeres que dominan en el mundo de afuera y no son dominados. Cuando eso ocurre, muchas veces nos damos cuenta que estuvimos tan estragados en el presente y en el futuro, en el hacer y olvidamos lo que somos, olvidamos de dónde vinimos, nos alienamos, nos convertimos en ese ente hibrido que no sabe cuál es su lugar. Esto posiblemente le pasó al último hermano, quizá no fue un extraño en tierras extrañas, quizá se convirtió en extraño en tierras propias. Esta frase como todas las demás es genial Ojo puesto en todo ya ni sabe lo que ve, ya no sabemos qué somos, nos sumamos al vértigo de la rutina, a la vorágine de una ciudad come hombres, que atropella y diseca almas.

Silvio nos dice: dime lo que piensas tú. Y le quiero responder. En ninguna parte de la canción menciona algo alusivo al pasado, al ayer, quizá porque espera que nosotros seamos ese cuarto hermano que salga en busca de esa vereda y tenga los ojos puestos en el pasado, que es la resta del futuro y el presente, porque si le damos una connotación matemática al asunto, podemos decir que pasado + presente = futuro, despejamos el pasado y vemos lo que digo. No podemos obviar el pasado para que funcione la ecuación correctamente. Ahora bien, la única parte de nosotros que puede viajar al pasado como una máquina del tiempo es nuestra mente, ¿la forma?, leyendo, investigando, apreciando el arte y nuestra cultura. No seamos esos latinos impávidos que solo buscan el éxito y el dinero a como dé lugar. Apreciemos que somos herederos de una gamma de bondades que la historia nos enseña, así sabremos cual es nuestro destino como latinos en este mundo, cual es nuestra misión, quizá el de poner orden y darle un lugar a esos tres hermanos de la canción de Silvio, esos hermanos que representan a la clase sufrida latina. Quiero terminar esto con una frase final del poema de Mario Benedetti, ‘llora, pero no olvides’. Hermanos latinos, que el olvido y la ignorancia no nos haga esclavos adeptos, esa no es nuestra vereda.

viernes, 20 de agosto de 2010

Lolita

Mientras la noche entra a las ocho, José miraba a través de la pantalla a su hermana mayor, Lola, que entró hace unas semanas como bailarina en un programa de la tele. Lola tiene veinte años y dejó el instituto donde estudiaba diseño de modas para dedicarse a la televisión. Siempre quiso ser artista, salir en los medios y tener un programa propio, pero como no tuvo los medios, no le quedó más que esperar una oportunidad. No consiguió el programa propio, pero ahora sale todos los sábados por la noche en un segmento humorístico usando lentejuelas llamativas, un hilo dental que deja ver su firme y voluptuoso trasero, sus pechos jóvenes se mueven apretados al son de sus caderas y de vez en cuando se deja acariciar por el cómico de turno, como parte de una parodia divertida, jocosa. Llegó la oportunidad la vez que conoció a un productor muy guapo y Casanova. El buen mozo le pidió su número de teléfono, el de casa, porque no tenía celular, y éste no dudó en llamarla al día siguiente para el sonado casting. Lola llegó puntual y decidida a ser artista y salir en la tele. El lugar era un departamento en la avenida Colmena, en el centro de Lima, cerca a la plaza San Martin. Lola entró distraída, sin importarle que el ambiente no fuera de la pompa que se ve en televisión. El galán productor la esperaba con la puerta abierta, despidiendo a una linda chica que, seguramente, también iba por el casting. Lola entró y posó para unas fotos. El Casanova quedó encantando con la belleza y juventud de Lolita, quien muy linda dejaba que su hermosura colmara la habitación. El don Juan no dudó en invitarla a salir para celebrar el casting y su, casi seguro, ingreso a la tele. Lolita aceptó, encantada. Salieron a comer y a bailar a lugares a donde Lola no había entrado jamás. Estaba deslumbrada y emocionada con la nueva experiencia de la tele. Se sentía casi una estrella. Luego de unas copas y mucho baile, el productor la convenció de ir a un lugar más íntimo para conocerse mejor. Lolita sabía de qué se trataba, ya había tenido algunos novios y sabía lo que seguía. Así que salieron de la discoteca y tomaron un taxi rumbo al hotel Bolívar. Lolita jamás había pisado un hotel tan bonito, ninguno de sus novios tuvo ese detalle con ella. Entraron a la habitación y consumaron el contrato.


A la semana siguiente Lolita entró a un segmento del programa humorístico, conoció a los cómicos de la tele y quedó maravillada con las cámaras y su nueva vida de vedette. Llegaba muy puntual a las grabaciones, pero sin el productor, quien ya había cumplido su parte. La familia de Lolita, que era muy humilde, estaba orgullosa de tener a una hija en la televisión, en horario estelar. José, su hermanito menor, disfrutaba mucho viendo a su hermana, sonriente, bailando y coqueteando con la cámara, sentía felicidad al ver que Lolita había logrado su más grande sueño, aquel que abrigaba sus noches de invierno, ser famosa.

El director del programa humorístico, bastante mayor que el productor-Casanova, quedó impresionado con la belleza de Lolita y también quiso enamorarla. En realidad el director enamoraba a todas, a pesar de que podía ser el padre de cualquiera de ellas. Lo que en realidad quería era tener sexo con ellas y para eso les prometía mayor protagonismo en el programa. Valgan verdades, era un hombre de palabra, porque mujer que caía, vedette que salía un segmento más.

La paga por segmento era de cincuenta soles. El dinero escasea en casa así que no hay que hacerle asco a nada, pensaba Lola. Aceptó la propuesta del director y se encamó con él. Fue la peor experiencia de su vida, pero disfrutó los previos y consiguió salir más en el programa. A las pocas semanas, Lolita se convirtió en su bailarina favorita, y a pesar de ser nueva en ese mundo, la dejó hacer un piloto como presentadora. Lola iba escalando a pasos agigantados, su talento y belleza la llevaron a tener un segmento propio, donde presentaba a invitados internacionales y nacionales, cantantes, actores, grupos musicales, personajes de la política y demás. No tenía que decir gran cosa, su verbo era suficiente, lo importante era la poca ropa que llevaba puesta y esas piernotas que su director deseaba tanto.

José comenzaba a ver los cambios en la vida de su hermana mayor. Ya era famosa, la gente la reconocía en la calle y los chicos le pedían autógrafos, fotos y hasta su número de celular, un blackberry de última generación. A la casa llegaban autos costosos, sobretodo de futbolistas que escapaban de concentraciones para ir de parranda. La quinta donde vivía la familia de Lola se vestía de gala con la presencia de esos coches carísimos, que los chicos del barrio no dejaban de acariciar con la mirada. Lolita no llegaba a dormir y José se preocupaba mucho, sus escasos diez años no adivinaban la nueva vida de su hermanita consentida. Lola, cuando llegaba, lo hacía de madrugada, alcoholizada, riéndose a carcajadas, sin sentido, causando la sorpresa y la tristeza de José. Para que los padres de Lolita no preguntaran mucho, ella les hacia algunos regalos convenientes. Compró artefactos novedosos para su madre y un auto del año a su padre. La familia vivía momentos de felicidad ficticia, momentánea. Las apariciones de Lola en la tele eran más frecuentes, pero a José ya no le alegraba mucho. Las veces que iba al colegio, todos los chicos de grados superiores le mandaban mensajes cariñosos a su hermana, que rica está tu hermanita, preséntala pues… que ricas tetas tiene tu sister… habla cuñadito. José lloraba en su habitación, todas las noches.

Lolita comenzó a consumir drogas la vez que viajó al extranjero para grabar una entrevista con un pelotero de la selección peruana de futbol. Los compañeros de equipo de este jugador prepararon una fiesta y la invitada de honor fue Lolita, quien pasó la noche más excitante de su vida, llena de drogas, sexo y alcohol. Lo irónico de todo esto es que nadie en este mundo se enamora, pensaba Lolita, en sus divagaciones y cavilaciones producto de tanta coca. Lolita regresó a Lima para seguir siendo famosa, y antes de cumplir el año en televisión, grabó una telenovela porno que salió en un conocido canal de cable. Al año siguiente sacó su calendario, con fotos sugerentes a todo color. Comenzó a animar discotecas y festivales de cervezas. Viajaba a provincia y al extranjero casi todos los meses. Su éxito era tal, que consiguió su programa propio al medio día y dejó para siempre a su productor-Casanova y a su anciano director. Ahora no necesitaba acostarse con nadie por trabajo, solo por placer. Tenía una vida agitada, olvidó a su familia, su barrio y toda la gente que la conoció en sus inicios. Se mudó sola a un departamento en una zona exclusiva de Lima y de vez en cuando mandaba dinero a sus padres, para que no les faltara nada. José fue creciendo con un resentimiento justificado hacia la televisión, porque le había robado a la persona más importante en su vida, su hermana mayor. La mujer que salía en la tele ya no era su hermanita, sino una impostora, una mujerzuela que se había apoderado del nombre ‘Lola’, la tierna y dulce compañera de travesuras.

Un accidente o el azar del destino dieron marcha atrás. A la salida de una de las tantas orgias romanas, completamente ebria, Lolita chocó su auto contra un muro de contención y producto de ese impasse falleció después de diez días sin salir del coma. Ni el productor-Casanova ni el director calentón fueron al velorio en la casa de la quinta, en La Victoria, donde los padres de Lolita dieron el último adiós a la hija que los llevó a la fama efímera de salir en la tele. Ningún coche lujoso pisó el lugar, como por arte de magia el barrio volvió a ser ese miserable espacio lleno de pobreza, al que la fama y la televisión solo van una vez.

domingo, 4 de julio de 2010

666


Mi celular duerme en el bolsillo derecho del pantalón. No suena porque nadie se acuerda de mí. Mientras camino, me agacho, corro o me siento, se marca solo, como aburrido de dormir todo el día, como una forma de manifestar su disconformidad con el uso tan ocioso que le doy. Se marca solo porque es moderno, tecnológicamente hablando. Basta con tocar su pantalla para que una placa de números aparezca y fácilmente se pueda marcar. Otras veces, ingresa inteligentemente a mi base de contactos y escoge un número al azar, como preguntándose jocosamente ‘¿a quién jodo hoy?’. También, activa la opción de televisión y comienza a gritar escandalosamente en cualquier lugar, sin importarle qué cosa importante pueda estar haciendo yo. Si no es la televisión es la radio. Las pocas veces que he tenido saldo, estas impertinencias de mi celular me han salido costosas. Varias veces me he quedado sin un centavo de crédito por la autonomía irrevocable de mi celular por querer llamar sin mi consentimiento y por la burla insidiosa de mis contactos que no cuelgan la llamada a pesar de que saben que yo no los llamé.
Es de noche, cuando cojo mi celular de rato en rato, preocupado por el silencio sospechoso que mantiene hace más de una hora, me percato que está haciendo una llamada de larga distancia, una llamada que me costará caro, porque es internacional, creo, aunque muchos pueden decir y sostener que el receptor de mi llamada se encuentra dentro del país. Mi celular, sin reparos ni complejos, está llamando al 666.
El celular da algunas timbradas y alguien contesta.
-Aló, ¿quién habla? –se escucha una voz de ultratumba y yo dudo en contestar.
-Buenas, mi nombre es Sergio.
-¿Qué desea?
-Solo disculparme, mi celular se marcó solo y no pude evitar esta llamada indeseada.
-¿Quiere decirme que no desea hablar conmigo?
-No, no señor. Quiero decir que lamento molestarlo. Mi celular impertinente se marcó solo.
-Entiendo.
-Nuevamente mil disculpas. Adiós, hasta nunca.
-¿Hasta nunca?... No estés tan seguro muchacho… -responde ‘La Bestia’, burlándose de mí.
-Perdóneme señor, pero creo que usted se equivoca conmigo –digo, algo nervioso y sintiendo un ligero escalofrío. La voz es penetrante, tormentosa.
-El que debería perdonarte es otro. Yo no perdono a nadie.
-Entiendo, pero estoy tranquilo, no tengo qué temer.
-Eso dicen todos… pero mira como el averno ya me está quedando chico.
-¿Usted no decide, señor?
-¿Quién crees que soy?
-Usted es ‘La Bestia’, el maligno…
-Mejor dime Lucifer, eso de Bestia nunca me gustó. Pero tú lo has dicho. Y tienes suerte de que yo contestara el teléfono, generalmente lo hace mi secretario, un político en retiro.
-Bueno señor, mucho gusto, ahora sí, hasta nunca –digo más decidido a cortar.
-Ya te dije muchacho, no estés tan seguro.
-¿Por qué no debería estarlo? –pregunto ofuscado, alterado repentinamente.
-Te conozco, y eres de los míos, eres tan sucio e indigno como yo.
-Se equivoca don Bes… don Lucifer.
-Nunca fallo en mis predicciones… tú y algunos peruanitos más bajaran a mis terrenos.
-No me interesa escucharlo. Ahora sí colgaré.
-Puedo ver lo que hay en tu corazón. Puedo ver tus anhelos, tus deseos más íntimos. ¿Estás enamorado de una muchacha, verdad?
-Eso no le importa señor, no hablo de mi vida privada.
-Esa chica jamás te hará caso, es demasiado pura y celestial para ti.
-¿Por qué no me hará caso, usted qué sabe?
-Sé más de lo que te imaginas. ¿Se llama Daniela, verdad?
-No le interesa señor. Adiós –digo y trato de colgar, pero una duda me lo impide.
-¿Acaso no he pagado mi pecado? ¿Acaso mi soledad no compensa todo el sufrimiento que causé?
-No mi querido hijo –dice la Bestia, con un tono cariñoso- yo no me satisfago tan rápido.
-No soy su hijo, así que mantengamos la conversación de ‘usted’.
-Como quieras, igual pronto bajaras a mi encuentro –dice irónico.
-Daniela es la mujer que despertó mis ilusiones y avivó mis ganas de volverme a enamorar. No es justo que mi pecado aun me condene. Usted debe indultarme.
-No es mi trabajo hacer eso. Debes hablar con el ‘Bravo’, con el que me botó de una patada del paraíso, del Edén.
-No, tampoco volveré a la iglesia. Soy ateo, no creo ni en ti ni en él.
-¿Crees en el destino?
-De eso no estoy seguro.
-¿Cómo explicas que estés hablando conmigo?
-Es una impertinencia de mi celular, siempre hace llamadas indeseadas.
-Claro, entiendo. Pero veo mucho dolor a tú alrededor, mucho sexo, mucha droga, mucho alcohol…
-¡Basta! Todo eso quedó atrás, Daniela me cambió la vida –digo, ofuscado, incómodo.
-Una mujer no es capaz de tanto –dice riendo la Bestia- a lo mucho te puede distraer, hacer creer que eres bueno, pero en el fondo, siempre terminas siendo lo que ves frente al espejo todas las mañanas, el mismo pecador insaciable de placer y éxtasis.
-Daniela me ha dado un motivo para cambiar mi vida, me inspira, me transforma. Si creo en algo, es en ella, es la representación del Dios que todos adoran. Es mi diosa.
-Encima blasfemo. Estás jodido hombrecillo –dice, con un tono de lástima.
-Ella corresponderá a mi amor, tarde o temprano, de eso estoy seguro.
-En el fondo conoces lo que es la fe. Vaya sorpresa.
-Sí, tengo fe en ella. En el amor que me hace sentir.
-Eres valiente, o aparentas serlo. Me gusta, me gusta como los humanos chapucean en el mar de sus pecados, luchando contra ellos, martirizándose, azotándose como animales temerosos que esperan la ira de su amo.
-Yo no tengo patrón, mi vida es para Daniela.
-Por eso mismo me es fácil atraerlos, cautivarlos, someterlos a los placeres del mundo, porque nunca dejan de ver con el rabillo, con la comisura del ojo, cada tentación que le pongo al frente –dice la Bestia, siguiendo su disertación sobre los humanos sin importarle lo que yo diga- lo que olvidan es que desde que nacen están condenados, jodidos.
-No me importaría morir si vivo con Daniela.
-Perfecto. Entonces no puedes rechazar mi oferta.
-¿Cual?
-Te ofrezco a Daniela, para siempre, aun después de la muerte, y a cambio te pido ese mismo amor que sientes por ella, ese amor materializado, concedido a mí –dice con una voz interesada, ansiosa por escuchar mi respuesta.
-Así quisiera no puedo amarte como amo a Daniela. Me es imposible aceptar tu oferta –respondo después de mantenerme en silencio unos segundos.
-Muy bien. Te ofrezco todo lo que sueñas y me rechazas. Eres soberbio, ¿crees que lograrás el amor de Daniela solo, sin ayuda?
-Estoy seguro –respondo, aunque en el fondo la verdad era que no estaba tan seguro.
-Me mientes, pero haré como si te creyera. Pondré mayor énfasis en hacerte caer en tentación y jamás harás feliz a Daniela. Jamás –sentenció la Bestia.
-Si me vas a poner tentaciones, que sean chicas y muy lindas –digo, envalentonado y sarcástico.
-Que así se escriba, que así se haga. Hasta pronto, Sergio.
-Hasta nunca don Bestia…
-Lucifer… ya te dije…
-Lucifer, Lucifer… sí, lo siento… es la costumbre.
Cuelgo y miro sorprendido el adminiculo moderno que me comunicó con la Bestia, y al lado encuentro la foto angelical de Daniela, sonriente y feliz, con su toga de recién graduada.
-Lo mejor será que apague el celular y que vuelva a la época de los rines y teléfonos públicos.
Le doy un beso a la foto de Daniela, boto el celular y me voy a dormir.