miércoles, 2 de julio de 2008

La canción portada

Los años cincuenta fueron muy importantes para Latinoamérica. Eran años en los que Estados Unidos buscaba tener mayor injerencia política en los países latinos, a desmedro de la unión Soviética. Nuevas, y no modernas, formas de pensamiento buscaban su espacio en América. Países como Nicaragua, Cuba y posteriormente otros, intentaban desligarse de un sistema capitalista que empobrece al más débil y enriquece aún más al poderoso. La revolución fue una de las formas de quitarse el yugo en Latinoamérica. Mientras Estados Unidos y la unión Soviética perdían su tiempo con la guerra fría, en América surgían nuevas formas de trascender al hombre y por ende a la sociedad misma. Nueva música, nueva literatura, nueva identidad, fue lo que dejaron los años posteriores a la mitad del siglo veinte. Personajes como Miguel Ángel Asturias (Guatemala), Alejo Carpentier (Cuba), Jorge Luís Borges (Argentina), Gabriel García Márquez (Colombia), Mario Vargas Llosa (Perú), Julio Cortazar (Bélgica, pero reconocido como argentino) formaron, en literatura, el movimiento Boom Latinoamericano, que estableció una identidad latina, frente a las imponentes corrientes europeas. También Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Vicente Feliú, Sara González y el gran Pablo Milanes, entre otros, contribuyeron con su música a la revolución de las mentes y de las ideas, algo que va más allá de las guerras.
El gran Pablo Milanes nació en la ciudad de Bayamo, Cuba. Es uno de los más grandes exponentes de la música latinoamericana. Su vida esta plagada de arte, en particular, de música. Tiene una decena de discos en su hoja de vida y miles de historias fascinantes como la que narraré a continuación.
Pablo es un hombre que le escribe al amor y a la revolución, porque el amor es una forma de rebelarse contra algo, una manera de cambiar el mundo. Pablo habla de amor en cada una de sus canciones y esta es una de tantas historias de amor.

Cuando una compañía de música peruana viajó a Cuba, invitados por Fidel Castro, algunos años después de la victoria de la revolución y de la toma del poder por parte de la guerrilla cubana, liderada por el mismo Fidel, contra el gobierno de Fulgencio Batista, una mujer llamada Yolanda Cortés inspiró esta novela mágica de la que aún sigo sorprendido. Yolanda era una mujer bellísima, a la que le gustaba bailar y cantar. Era toda una actriz y su bohemia la había llevado al país más convulsionado de América, después de la presión por parte de los Estados Unidos por recuperar el espacio geopolítico que representa Cuba. Yolanda jamás había salido del Perú, pero era una mujer aventurera. No sabía mucho de la problemática en la isla, pero era una mujer que entendía que el mundo no caminaba derecho, sino, cojeaba de un pie. No comprendía muy bien que era el capitalismo, pero veía en las calles personas más necesitadas que ella misma y se preguntaba por qué. Seguramente Yolanda no hablaba de política ni conocía a políticos, pero sentía que la música y el arte en general eran una forma de trascender en el hombre y por ende evitar que esa casta dirigencial se siga reproduciendo. No sabia de movimientos políticos, ni de izquierdas ni de derechas, ni de comunismo ni capitalismo, ni de conservadores ni liberales, solo hablaba el idioma del arte y de la conciencia humana.
En su estadía en Cuba aprendió mucho de música trova. Era la época, comienzos de los años setenta, en que la nueva música estaba surgiendo con mucha fuerza en la isla y en toda América. Yolanda participó en varias presentaciones musicales y estuvo involucrada con muchos cantautores cubanos, de los cuales aprendió una manera diferente de ver la realidad.
Pablo Milanes, cantautor cubano, que comenzaba a hacerse notar en las esferas de la música trova conoció a Yolanda en una presentación en el teatro municipal de la Habana, al cual siempre acudía no solo él, sino, hasta el mismo Fidel Castro.
Yolanda y Pablo se hicieron muy amigos y hasta compartieron escenario. Pablo vio en Yolanda a una mujer inteligente y muy sensible para el arte y la música en particular. Las sesiones en el teatro municipal eran maravillosas, llenas de música y aplausos. La historia cultural en Cuba estaba siendo escrita por esta nueva generación de artistas adelantados que pretendían ir más allá de lo permitido.
Pablo deseaba lanzar un nuevo disco y siempre conversaba con Yolanda, a la salida del teatro, sobre cómo titular la canción portada. Esas sesiones eran largas y reparadoras. Yolanda y Pablo tenían una química especial, algo que no se encuentra a la vuelta de la esquina. Sentados sobre las butacas de la última fila del teatro municipal, con el telón caído y las luces tenues, eran largas las horas de tertulia, buscando el título a la canción portada del disco de Pablo y sobre cualquier otro tema que involucrara a la feliz pareja. No eran novios, ni amantes siquiera, eran amigos y se amaban así. Pablo sabía en el fondo, que no había escrito la canción portada de su nuevo disco y por eso le decía a Yolanda que era inútil la búsqueda del titulo de la canción porque no existía tal canción. En todas las historias de amor, por más variantes que el amor tenga, siempre termina siendo amor. Amor entre familia, amor entre pareja, amor entre amigos, amor entre amantes, siempre amor. Como en todas las historias de amor, siempre hay una noche diferente, una de esas donde la inspiración esta al tope. Una de aquellas noches en las que involuntariamente, y sin más talento que el de saber escribir, las palabras caen sobre un papel arrugado y plasman como obra de magia, una canción o un poema o una historia única y maravillosa. Yolanda y Pablo, mientras conversaban y se divertían recordando las funciones interminables sobre las tablas del teatro municipal, comenzaban a sentir la presencia de ese papel arrugado, plasmado de la canción maravillosa que solo una vez en la historia alguien tiene la oportunidad de escribir. Pablo se quedó callado, mirando fijamente a Yolanda, que siempre bella, congeló su sonrisa para dejarse llevar por la inspiración. No sabían que estaba pasando entre ellos, pero Pablo solamente escribía sobre ese papel arrugado las líneas que decían que esto no podía ser no más que una canción, sino que fuera una declaración de amor, romántica, sin reparar en formas tales, que ponga freno a lo que sentía a raudales. Lo bello del arte es que existe por si solo, y no necesita del hombre.
Yolanda viajó a Estados Unidos después de unos meses por motivos económicos, los cuales son siempre los principales enemigos del arte. Dejó la compañía de música y decidió buscar un puesto dentro de ese sistema capitalista que termina absorbiendo a todos. Pablo comenzó a realizar giras por toda América, llevando su música e invitando a muchos a conocer el amor por medio de sus canciones. En 1982 lanzó el disco ‘Yo me quedo’, el mismo que le prometió a Yolanda terminar después de su partida. La canción portada del disco se llamó ‘Yolanda’, y si mal no recuerdo, esta historia termina así:

Yolanda
(Pablo Milanés)
Esto no puede ser no más que una canción;quisiera fuera una declaración de amor,romántica, sin reparar en formas talesque pongan freno a lo que siento ahora a raudales.Te amo,te amo,eternamente, te amo.Si me faltaras, no voy a morirme;si he de morir, quiero que sea contigo.Mi soledad se siente acompañada,por eso a veces sé que necesitotu mano,tu mano,eternamente, tu mano.Cuando te vi sabía que era ciertoeste temor de hallarme descubierto.Tú me desnudas con siete razones,me abres el pecho siempre que me colmasde amores,de amores,eternamente, de amores.Si alguna vez me siento derrotado,renuncio a ver el sol cada mañana;rezando el credo que me has enseñado,miro tu cara y digo en la ventana:Yolanda,Yolanda,eternamente, Yolanda.