domingo, 1 de mayo de 2011

La Foto

Las mismas cortinas color humo de todos los cumpleaños. Ese año no podía ser diferente, por lo menos algo familiar conservaba la foto. El mismo refrigerador blanco que, dependiendo su ánimo, nos daba sacudones eléctricos cuando alguien se acercaba más de la cuenta. Esa vincha de indio piel naranja me quedaba fatal. Además fui el único soldado condescendiente que se permitió semejante afrenta. Soledad, la niña blanquiñosa de corte escolar, mirada aburrida y aire rebelde, no aceptó que adornaran su cabeza con nada tan humillante.
El mantel plastificado de los años ochenta aún daba la hora. Era comienzos de una nueva década, la última del siglo veinte. La dueña del santo, la prima Kelly, la que descansa en los brazos de mi padre, al parecer no está enterada del evento y se pregunta, sorprendida, qué es ese aparato que le apunta con una luz cegadora. En la esquina derecha, el primo Manuel, el niño terrible de aquellas épocas borrosas, el mismo que esboza una sonrisa traviesa, un acertijo para los adultos, una adivinanza que debíamos descifrar para evitar cualquier desgracia.
Los brazos sobre la mesa austera de aquel año. Eran tiempos difíciles, por lo menos para los mayores. No había azúcar, ni leche y esa torta que figura orgullosa en medio de nosotros, fue un milagro tardío de octubre.
Era mediado de noviembre. Entre los invitados a la fiesta no estaba la alegría, o por lo menos no recuerdo haberla visto. En mis ojos serios y rostro adusto guardo alguna pregunta existencial de los meses finales del año: ¿pasaré de grado? Mientras mi hermana probablemente esté buscando la mirada de mamá, quien seguro está escondida en la cocina, ayudando como siempre, haciéndole la vida más fácil a los demás.
Mi padre sonríe. Sonríe para eternizar ese momento. No es un hombre que sonría mucho, yo diría que sonríe siempre. Siempre una sonrisa nerviosa, una sonrisa pública que nos hacía pensar que era buen momento para acercarnos a él, darle un beso y pedirle propinas para las figuritas del álbum. Papá y su peinado de ratón de biblioteca, esa raya al costado que hoy sigue haciendo, pero ya sin mucho cabello que peinar. Han pasado varios años desde aquella foto noventera que aún asalta mi memoria, como uno de esos momentos no tan tristes, diferentes, donde me ponía la ropita nueva, esa que solo lucía en la calle o en la casa de mi madrina, la señora Inés, donde comía chocolates, pocos, todos debían comer, ojo, pero mamá me guardaba uno más, quizá el que ella no comió. La mazamorra, qué rica la mazamorra, en esos platitos descartables de colores, con la cucharita de plástico y la canción rompe la piñata de fondo, qué alegría, a pesar de que nunca cogía nada cuando reventaban la piñata, todos me ganaban y me dejaban los caramelitos solamente. No importa, yo no juego con cachaquitos porque papá no me los puede comprar, no hay plata, son tiempos difíciles, pero más felices, porque posábamos para la cámara, Soledad aún vivía con nosotros, sí, Soledad, se le extraña a esa niña de corte escolar, esa que me acompañaba a todo lugar, siempre expectante, siempre mirando, mirándome.
La foto, esa foto que me lleva a las épocas del terrorismo, qué terrible, papá corría de un lado para el otro saltando bombas. Mamá lo esperaba en la ventanita del segundo piso de la casa alquilada, yo jugando mucho para ganarle a la noche, el ocaso llegaba acompañando a papá y el suspiro aliviado de mamá, qué alegría, papito en casa, hoy no hay luz, no importa, la vela sirve y comeremos lo mismo de ayer, calentado no más. Papá no trajo nada, seguro no le alcanzaron las monedas, pero sonríe y conversa más, parece que tuvo un buen día. Las noticias dicen lo contrario, muchos muertos mamita, cuántos son esta vez, cien, doscientos, ¿otra bomba?, quién nos quiere matar mamita. Papá carga a Soledad que se quedó dormida, son las nueve de la noche, mañana hay escuela y debemos dormir. Papá quiere que sea doctor, por eso debo estudiar. Mañana la luz no hará falta, el sol nos regalará unas horas de claridad y si la noche llega, el sueño también.
Chau papito, chau mamita, que bonitos salimos en la foto mamita, eres genial tomando fotos. Te quiero papá, a ti también mamá. Buenas noches.