domingo, 29 de mayo de 2011

Ciclo de vida

Nacer, crecer, morir. Aquí, morir, nacer y volver a morir. 

domingo, 1 de mayo de 2011

La Foto

Las mismas cortinas color humo de todos los cumpleaños. Ese año no podía ser diferente, por lo menos algo familiar conservaba la foto. El mismo refrigerador blanco que, dependiendo su ánimo, nos daba sacudones eléctricos cuando alguien se acercaba más de la cuenta. Esa vincha de indio piel naranja me quedaba fatal. Además fui el único soldado condescendiente que se permitió semejante afrenta. Soledad, la niña blanquiñosa de corte escolar, mirada aburrida y aire rebelde, no aceptó que adornaran su cabeza con nada tan humillante.
El mantel plastificado de los años ochenta aún daba la hora. Era comienzos de una nueva década, la última del siglo veinte. La dueña del santo, la prima Kelly, la que descansa en los brazos de mi padre, al parecer no está enterada del evento y se pregunta, sorprendida, qué es ese aparato que le apunta con una luz cegadora. En la esquina derecha, el primo Manuel, el niño terrible de aquellas épocas borrosas, el mismo que esboza una sonrisa traviesa, un acertijo para los adultos, una adivinanza que debíamos descifrar para evitar cualquier desgracia.
Los brazos sobre la mesa austera de aquel año. Eran tiempos difíciles, por lo menos para los mayores. No había azúcar, ni leche y esa torta que figura orgullosa en medio de nosotros, fue un milagro tardío de octubre.
Era mediado de noviembre. Entre los invitados a la fiesta no estaba la alegría, o por lo menos no recuerdo haberla visto. En mis ojos serios y rostro adusto guardo alguna pregunta existencial de los meses finales del año: ¿pasaré de grado? Mientras mi hermana probablemente esté buscando la mirada de mamá, quien seguro está escondida en la cocina, ayudando como siempre, haciéndole la vida más fácil a los demás.
Mi padre sonríe. Sonríe para eternizar ese momento. No es un hombre que sonría mucho, yo diría que sonríe siempre. Siempre una sonrisa nerviosa, una sonrisa pública que nos hacía pensar que era buen momento para acercarnos a él, darle un beso y pedirle propinas para las figuritas del álbum. Papá y su peinado de ratón de biblioteca, esa raya al costado que hoy sigue haciendo, pero ya sin mucho cabello que peinar. Han pasado varios años desde aquella foto noventera que aún asalta mi memoria, como uno de esos momentos no tan tristes, diferentes, donde me ponía la ropita nueva, esa que solo lucía en la calle o en la casa de mi madrina, la señora Inés, donde comía chocolates, pocos, todos debían comer, ojo, pero mamá me guardaba uno más, quizá el que ella no comió. La mazamorra, qué rica la mazamorra, en esos platitos descartables de colores, con la cucharita de plástico y la canción rompe la piñata de fondo, qué alegría, a pesar de que nunca cogía nada cuando reventaban la piñata, todos me ganaban y me dejaban los caramelitos solamente. No importa, yo no juego con cachaquitos porque papá no me los puede comprar, no hay plata, son tiempos difíciles, pero más felices, porque posábamos para la cámara, Soledad aún vivía con nosotros, sí, Soledad, se le extraña a esa niña de corte escolar, esa que me acompañaba a todo lugar, siempre expectante, siempre mirando, mirándome.
La foto, esa foto que me lleva a las épocas del terrorismo, qué terrible, papá corría de un lado para el otro saltando bombas. Mamá lo esperaba en la ventanita del segundo piso de la casa alquilada, yo jugando mucho para ganarle a la noche, el ocaso llegaba acompañando a papá y el suspiro aliviado de mamá, qué alegría, papito en casa, hoy no hay luz, no importa, la vela sirve y comeremos lo mismo de ayer, calentado no más. Papá no trajo nada, seguro no le alcanzaron las monedas, pero sonríe y conversa más, parece que tuvo un buen día. Las noticias dicen lo contrario, muchos muertos mamita, cuántos son esta vez, cien, doscientos, ¿otra bomba?, quién nos quiere matar mamita. Papá carga a Soledad que se quedó dormida, son las nueve de la noche, mañana hay escuela y debemos dormir. Papá quiere que sea doctor, por eso debo estudiar. Mañana la luz no hará falta, el sol nos regalará unas horas de claridad y si la noche llega, el sueño también.
Chau papito, chau mamita, que bonitos salimos en la foto mamita, eres genial tomando fotos. Te quiero papá, a ti también mamá. Buenas noches.

martes, 14 de diciembre de 2010

El Premio Nobel en Lima



El premio nobel de literatura 2010 ha llegado a Lima hace algunas horas y como no podía ser de otra manera, la prensa le preparó una bienvenida tratando de rescatar sus primeras declaraciones. Veo a un Mario Vargas Llosa despeinado, cansado y hasta aburrido de repetir lo mismo ante cada micrófono, deshaciéndose en agradecimientos mentirosos al Perú, a gente que no lo lee, que siempre le ha dado la espalda a sus libros y que le reconoce únicamente la derrota del noventa, en su campaña presidencial frente a Fujimori. No sé si Mario merecía el premio nobel, quizá su obra literaria es la suma de buenas novelas que en definitiva no hacen una gran novela. Acabo de ver un video donde hacen un paralelo entre Gabo y Mario, y el presentador menciona que la batalla literaria la ganó este último, ya que teniendo setenta y cinco años sigue vigente con una obra general monumental. Para mi Mario no ha escrito la obra maestra que escribió Gabo, esa es la diferencia sustancial. Gabo escribió buenas novelas y un clásico, Cien años de Soledad. Mario escribió solo buenas novelas. Quizá suene un poco mezquino, por eso diré que Mario es un gran escritor, un genial contador de realidades maquilladas en la ficción, solapadas en una imaginación alborotada por una realidad cruda y miserable. No escribió Cien años de Soledad, pero tuvo la personalidad suficiente para hacerse un camino solitario en medio de monstruos literarios como Gabo y Cortázar, con quienes convivió en épocas brillantes de lucidez intelectual y política. Hoy Mario regresa al Perú a pasar fiestas de fin de año con su familia, cansado de un premio nobel desgastante, que lo ha tenido los últimos dos meses paseando por el mundo repitiendo los mismos discursos, el más celebrado, seguramente, el de Estocolmo, cuando hace un agradecimiento emocionado y sentimental a Patricia, su esposa y compañera de vida. Quizá haya sido lo mejor que escribió, esas líneas apasionadas y agradecidas sobre la mujer de su vida, el discurso que cualquier amante feliz quisiera regalarle a la dueña de su corazón, y qué mejor, que en el marco de un premio nobel.
Mario regresó al Perú y comete el error de zambullirse en temas ajenos a la literatura. Comienza a pasear su discurso por campos minados donde generalmente sale mal parado, porque sospecho que su contradicción ideológica lo ha traído de mal en peor, de tropiezo en tropiezo, tratando de emular un sistema ajeno a la realidad diversa del Perú. Mario quizá no conoce al Perú en toda su dimensión, haber estudiado en el Leoncio Prado no le da una visión real, sino solo una muestra, de lo que realmente es el Perú andino, campesino, criollo y selvático, una mezcla de costumbres y etnias que pareciera jamás entraran en convergencia, sino todo lo contrario, el destino y las mafias imperialistas se empecinan en alejar y sesgar. Mario, creer en una democracia mediocre no es hacer un bien sino hacer lo que se puede. Usted en sus años mozos respaldaba la revolución con gran fervor y sus compañeros intelectuales, mentes brillantes a los que seguramente admiraba, lo conminaban a pensar que el cambio estructural y extremista era la solución a todos los problemas sociales. Hoy vemos que no es así, la revolución de un sistema comunista ha fracasado y con ella los más insignes dictadores de la región. Usted en sus años mozos fue castrista, alentó desde su posición posturas radicales como la de Cuba, ya luego con los años se fue moderando, se fue cambiando de bando, se fue pasó de la U a la Alianza, algo que es respetable mas no confiable, porque nos da claras muestras que su posición es cómoda, subordinada, ajena a lo necesario para buscar ese cambio social soñado. Decir que es mejor tener una democracia mediocre a tener una dictadura es una postura muy simplista, es como el que dice no importa que robe pero que haga obras. Estas frases, la suya y la del peruano promedio, son muy parecidas, algo difícil de creer, teniendo en cuenta que usted es un intelectual y que podría tener las cosas un poquito más claras.
Sin embargo, saludo su aversión, tirria y repugnancia por la candidatura presidencial de Keiko Fujimori. Estoy completamente de acuerdo en que Keiko representa el SIDA en fase terminal y que no merecemos tal cosa. Keiko representa el retroceso, el atraso, la ignorancia y la pendejería en su mayor esplendor. Su padre, el ex presiente Alberto Fujimori, sumergió al Perú en una dictadura, en una burbuja donde todo se controlaba, donde la libertad y los derechos se subordinaron a los intereses de Fujimori y Montesinos, dos personajes siniestros que jamás debieron acercarse al poder. La década del noventa representa el atraso, la violencia, el autoritarismo y la dominación más vil y miserable, aprovechándose siempre de las mayorías, de las masas ignorantes, de la clase económica más pobre que en medio de su necesidad le ofrecía el poder infinito después de cada elección presidencial. Fujimori vendió al país en pedazos y nos sometió a un yugo que hasta hoy nos tiene atados a esas trasnacionales que viven de cada sol robado a nuestra gente. Cada vez que reneguemos de Telefónica, acordémonos de Fujimori. Combatió el terrorismo, es verdad, y lo venció, también es verdad, pero me pregunto si eso no era su trabajo, me pregunto si esa no es la función de un mandatario que voluntariamente sube al sacrificado y desagradecido puesto de presidente de la nación. Me pregunto, también, si robar y asesinar eran funciones que el pueblo le encomendó, me cuestiono, si vender el país y maniatar los medios de comunicación eran funciones legales de un presidente elegido democráticamente. Creo que la respuesta es no. Fujimori robó el plan de gobierno de Mario y venció el terrorismo, esos son sus dos aciertos, el resto fue un desastre colosal y una suma de delitos que hoy lo llevaron a estar donde está, en la cárcel. La hija de un mafioso cuyo único merito es ese, ser su hija, de ninguna manera puede llegar al poder, no concibo ese escenario, no creo que nuestra estupidez sea tan oceánica, me resisto a creer que el fujimorismo se burle de nosotros, nuevamente.
Olvidémonos por un instante de Alberto Fujimori y concentrémonos en Keiko. Quién es Keiko, pongamos sobre el tapete su nivel intelectual y su aporte personal a este país. Reconozco que baila bien y que tiene ideas publicitarias de vanguardia, llevando mítines danzarines junto a Carlos Raffo por las zonas del Perú más olvidadas, con la única intención de llegar a un escaño en el congreso. Le fue tan bien en su saltimbanqui discurso político que alcanzó el primer lugar, como la política más carismática y sonriente de la campaña. Ese fue su premio, por eso ahora es congresista, por eso ahora nos representa, pero no en una pista de baile que con justicia sería el lugar ideal donde sus ideas podrían moverse con soltura, sino en el lugar equivocado, en el congreso de la república, donde desgraciadamente se decide el destino de un país condenado a una clase política tan pobre como el pueblo y el sistema que la elige. Perú se ha convertido en un país con ideas mediocres, donde cualquier tipita o tipito pendejerete, con un poco de viveza, puede llegar al poder, convertirse en un dictador y subyugar a su pueblo en la miseria eterna. Aquí no hace falta tener laureles, ni títulos, ni logros académicos, ni ideas sólidas, ni pensamientos, ni conocimientos profundos sobre la realidad nacional, aquí solo hace falta saber bailar, mover el cuerpito o ser bonito, y listo, es suficiente currículo para ser presiente, congresista o alcalde.
En esto voy a muerte con Mario. Creo que en el noventa el Perú le jugó una malísima pasada a un compatriota con ideas confundidas, equivocadas muchas de ellas, pero con los meritos intelectuales suficientes para dirigir dignamente un país, poniendo su prestigio como carta de presentación ante su labor pública. Varguitas ya era un gran escritor en ese entonces y tenía prestigio, reconocimiento, no era un anodino aprendiz de nada que buscaba suerte como candidato, era un señor políticamente confundido pero capaz de poner su nivel intelectual al servicio de su nación. Hoy no comparto muchas de sus ideas políticas, no considero que sea el más grande escritor peruano, habría que leer a Arguedas, a Vallejo, y luego opinar, pero creo que estaremos en la misma dirección contra el atraso, contra ese SIDA terminal que significaría un gobierno de Keiko Fujimori. Saludo su regreso al Perú para la única tarea de evitar que Keiko sea presidente. Quizá para eso sirva el premio nobel al fin y al cabo.