lunes, 1 de marzo de 2010

¿Qué es ser policia?

Una mañana mi padre me despierta con un regalito entre manos, un poema impreso y una sonrisa nerviosa. Estaba nervioso porque no se siente cómodo teniendo detalles o gestos lindos con las personas que ama. Su amor es recio, tácito, incondicional, pero amor al fin, un amor distinto, que solo alguien que vivió toda su vida con él entendería. El regalito era una colonia, Men´s Active Night, y el poema impreso era uno que llevaba por título ‘Qué es ser policía’. El gesto, más que el poema, fue lo que me enterneció. Agradecí el simple hecho de que no me regalara un libro de finanzas o economía, sino por el contrario, luchando contra su insensibilidad para la literatura, el arte y lo abstracto, tuviera a bien pasarme un poema que seguramente encontró en los pasillos oscuros de la delegación policial donde labura. Gracias papá.
Era una noche fría, desolada. Las calles estaban desiertas, abandonadas, sin el alboroto de la mañana que siempre se repite, el mismo grito de los cobradores de buses, el correteo del canillita vendiendo su periódico, el datero que torea los coches en busca de los centavos que arrojan en la pista y los silbatos de mis colegas de tránsito que tienen la suerte de haber pasado la noche en casa, con su mujer y sus hijos.
A mi lado está Joaquín, mi compañero de turno. Estamos en invierno y nos acompaña una botellita de ron para calentarnos. Joaquín ronda todo el frente de la embajada mientras yo estoy en la cabina, abrigado por un muro contra asalto, una especie de trinchera donde pongo mi radio a pilas y escucho los programas repetidos y las canciones del recuerdo que tanto me gustan. Cuando escucho una canción de mi tierra, recuerdo mis días en la casa de mi madre. Era un niño feliz a pesar de que mi padre nos abandonó y solo lo veía por temporadas, borracho, en alguna cantina del pueblo. Mis hermanos me dieron la oportunidad, cuando crecí, de llegar a la capital y hacerme policía. Al principio fue difícil, la ciudad es dura y cruda para los que como yo vienen sólo cargados de sueños y carencias. Aquí me casé con la mujer que acompaña mis días, la misma que sufre cuando no llego a dormir, cuando tengo estas guardias interminables durante toda la noche, escuchando mi radio a pilas y tomando el roncito que Joaquín tiene a bien ofrecerme.
-Oe Liche… ¿En qué sueñas hombre? –me rescata Joaquín de un profundo sueño.
-Joaquín… ¿pasó algo? –pregunto, confundido y aturdido por el sueño.
-Que va a pasar pues huevas… te quedaste dormido –me reclama.
-Si… lo siento, ¿me toca salir?
-Sí, puta huevón estas hecho mierda…
-Es que mi mujer está con los achaques de los últimos días de embarazo… ayer no dormí nada…
-Puta, esa huevada es seria ah… cuando se está a punto de tener un calato la cosa se pone jodida…
-Si, en mala hora me dieron estas guardias nocturnas… ahora debería estar con mi mujer…
-Cierto… tomate un roncito antes que salgas… aprovechemos que Anchorena está en la esquina jodiendo a esa puta…
Reímos. Joaquín me alcanza la botellita de ron y yo le doy un sorbo.
-Dicen que será varón…
-¿Quién?
-Mi hijo pues Joaquín… mi hijo será varón…
-Puta que bueno causa… que tu primogénito sea varón es un golazo. Yo tengo mi hijita, y no me quejo… pero siempre se sueña con el hijo macho ¡carajo!
-Sí, mi mujer está feliz. Últimamente la he dejado sola porque su mamá no ha podido venir de Ica…
-Puta, huevón… tu señora debe estar vigilada por alguien… ¿Qué pasa si bota el bulto en cualquier rato?
-Tienes razón… yo debería estar con ella –digo triste, pensativo…
Joaquín me mira con aire consolador y me da una palmada en la espalda.
-Ya fue causa… tranquilo… tu mujer estará bien.
-¿Sabes qué nombre le pondré a mi cría?…
-No sé… espero que no sea tu nombre no más porque está feo causa… por eso todos te decimos Liche.
-Le pondré Javier, como mi padre…
-Qué gesto causa… yo ni cagando le pondría el nombre de mi viejo a mi calato… ese… concha de su madre fue una mierda con nosotros…
-Mi padre también. Cuando era niño se fue de la casa, pero igual el viejo me daba mi sencillo de vez en cuando… y siempre que lo iba a buscar en la cantina se llenaba la boca diciendo: ‘ese es mi hijo por la puta madre’
-Bueno, algo es algo…
-Sí, pero con mi calato será diferente… me sacaré la mierda trabajando por él.
-Estamos cagados Liche, con tanta guardia nocturna nos van a joder la vida…
-¡Por eso debemos estudiar pues huevas!
-¿Estudiar? Vete a la mierda, con qué tiempo… con qué plata…
-No sé, pero llegará nuestra oportunidad y debemos aprovecharla, por nuestras familias… por nosotros…
-Sí, sí, muy bonito todo… pero lo cierto es que estamos cagados y ahora debes salir a correr tu guardia…
-Puta mare… sí… bueno me voy… pero no te acabes el ron…
Camino por el frio frontis de la embajada a la que tres noches por semana cuido sin la menor emoción. Mientras una familia adinerada duerme cómodamente dentro, cada quien en su habitación, abrigados por sábanas y colchas calientes, con un baño enchapado en oro y una alacena llena de comida, tanta, que de solo pensarlo me da hambre. Cómo mierda consiguieron todo eso, cómo carajo ellos están al otro lado de la calle, lejos de la inclemencia de esta noche patética, lejos de mis preocupaciones por la mujer que me dará un hijo y de mis necesidades de hombre de familia. Por qué soy yo el errante soldado que cuida de sus vidas sin recibir, siquiera, el saludo o la simple mirada con el rabillo del ojo. Por qué yo soy yo y ellos son ellos. Ahora podría recibir un balazo y nadie de esta mansión se enteraría. Esta noche debería estar con mi mujer, porque mi hijo está por nacer en cualquier momento, la razón de mis días, el chamaco que siempre quise tener.
La radio a pilas cae al suelo. Joaquín me mira con una cierta incertidumbre. Mis pensamientos nublan la reacción espontanea de mi rifle cargado y dejo caer mi vida por el peldaño del honor no reconocido. Joaquín grita: Al suelo mierda… Trata de avisarme, de cubrir mi retaguardia indefensa con disparos improvisados. Se oyen ráfagas y se siente el calor repentino del sol de marzo cerca a mi pecho. Solo miro a Joaquín quien corre hacia mí. Me dejo caer sobre el pavimento por el que minutos antes desfilé con un aplomo de meditabundo inconforme.
-Aguanta carajo… aguanta mierda… Anchorena!!! Anchorena!!!
-Mi hijo… concha su madre… mi hijo… Joaquín… -digo sollozando y mirando aturdido mi pecho ensangrentado.
-Tranquilo huevón… tu calato estará bien… No hables, ya viene la ambulancia…
El silencio cae como la mañana arbitraria sobre la noche indecisa. Mi cuerpo yace sobre el frio piso de la calle miserable y al otro lado de Lima, mi mujer duerme abrigando un hijo en sus entrañas.
-Aguanta Liche, no seas huevón, piensa en tu hijo…
Siento que los ojos me pesan, que el calor del sol de marzo termina por llevarme. Repliego la poca fuerza que me queda, miro a Joaquín con los ojos llorosos y digo:
-Que se llame Javier…
Cierro los ojos, sin saber… por qué.