jueves, 25 de febrero de 2010

El pecado de Lucia



Lucia es una joven de veinte años, estudiante de periodismo y apasionada cantante. Vive con sus padres, los mismos que están a punto de divorciarse. El padre de Lucia engañó a su esposa con una secretaria de su oficina y tuvo un hijo con ésta. La madre de Lucia, que es una mujer de éxito, superó el tema abocándose al trabajo y a sus innumerables viajes fuera del país. Lucia adora a su padre, aun por encima de su madre, porque ambos mantienen una relación de complicidad y amistad difícil de superar. Lucia es la engreída, sobre todo de su padre. Él le cumple todos sus caprichos, como cuando era una niña y colmaba su habitación de dulces, muñecas y cuentos de princesa que todas las noches, sin falta, leía para la niña de sus ojos. Su padre, y no su madre, era quien la llevaba todos los fines de mes a las tiendas más concurridas de Lima para renovar su closet. Saliendo de las tiendas recorrían los cines y terminaban comiendo delicatesen en algún restaurante ficho. Su padre, que es periodista, saltó de alegría la vez que Lucia ingresó a la facultad de comunicaciones. Era feliz al saber que su hija compartía la misma vocación que él, esa locura insana de ser periodista, comunicador, en un medio bastante difícil, lleno de víboras y caimanes que van en busca de presas tiernas como la bella Lucia.

El padre de Lucia le regaló ese mismo año un equipo completo de cámaras para que comenzara a trabajar en ese mundo tecnológico del periodismo. Ambientó su dormitorio para que tuviera un centro de grabación y edición. Le compró la computadora más potente y los equipos más sofisticados. Fue ahí cuando Lucia descubrió que lo suyo era cantar, en ese ambiente de grabación comenzó a ensayar su canto, con coros afinados y acompañamientos de guitarra, la misma que tocaba muy bien. Algunas veces, con sus amigas, pasaban horas en su habitación, haciendo videos sobre el tráfico en Lima, los mendigos en el centro de la ciudad, un paseo turístico por Miraflores y una que otra entrevista con las autoridades de la universidad. Cuando comenzó a llevar los cursos de carrera, se dio cuenta que no se había equivocado, que su vocación por el periodismo era verdadera, pero no olvidaba su amor por el canto y las horas de guitarra frente equipo de grabación.

Por esos días descubrió que su padre engañaba a su madre con la secretaria de su oficina, en un diario de prensa local. Lo descubrió la mañana que fue a buscarlo al trabajo y encontró a la mujercita sentada sobre las piernas de su padre. Lo primero que se le pasó por la cabeza fue su nombre: Lucia. No pensó en su madre, ella sabía que lo más importante era la relación con su padre, esa afinidad superior al matrimonio con su madre, esa complicidad de amigos íntimos, superiores. Lucia sintió el engaño propio, suyo, se adueñó de la traición de su padre. Se dio cuenta que aquel hombre que decía amarla la engañaba con una tipeja de medio pelo.

Esa mañana Lucia salió corriendo del diario local. Su padre fue detrás de ella pero fue inútil. Lucia no le contó a su madre lo que había visto, porque no lo creyó necesario, no creyó que a su madre le importaría demasiado aquella traición. Días después su padre confesó, reunió a la familia en la sala y expuso su inexcusable situación. Por aquellos días, Lucia se apoderó de todos los roles dentro de su familia. Esa mañana, Lucia dejó de ser la hija preferida y se convirtió en lo que le gustaba a su padre: una mujerzuela.

Nada fue como antes. Lucia dejó de cantar y de grabar su voz en el estudio ambientado en su recamara. Descuidó la universidad y le pidió a su padre que se fuera de la casa cuando se enteró que el producto del engaño con esa mujerzuela acababa de cumplir un año. Lucia tenía un medio hermanito robusto y rosadito, pero no le importó, no quiso conocerlo y luchó incansablemente hasta que su padre abandonara la casa.

Lo consiguió, el amor de padre lo obligó a mudarse a un departamento. Creía que así lograría, pasado un tiempo, calmar el dolor de su adorada hija. En su mente tenía la esperanza que, algún día, Lucia querría conocer a su medio hermanito y así podría regresar a casa. El tiempo se encargaría de demostrarle que el odio y el rencor no siempre pierden ante el amor.

Lucia comenzó a salir con amigos. La chica que pasaba horas leyendo y cantando se convirtió en el ama y señora de una casa abandonada por su padre, que ya no vivía ahí, y por su madre que prácticamente vivía en el aeropuerto. Ese cuarto lleno de muñecas se convirtió en el escenario del amor por despecho entre Lucia y sus amigos. Aquella habitación de princesa de cuento de hadas, ahora se había convertido en el bulín de una mujer necesitada de amor, de aquellos afectos que solo un padre les puede dar a sus hijas. La imagen de hombre probo había caído frente a sus ojos aquella mañana, cuando lo encontró manoseando entre las piernas a la secretaria de su oficina.

Lucia jamás borraría esa imagen. Y como castigo para aquel hombre que la engañó, todos los fines de semana, mientras su madre viaja por el mundo, Lucia abre las piernas esperando recibir todo el amor de aquellos hombres que pasan por su alcoba, aquellos hombres que pasan el casting para ser el hombre perfecto, aquel hombre que fue su padre, antes de la mañana maldita en aquella oficina de prensa local.

domingo, 7 de febrero de 2010

Ella y él


Ella ya no lo ama como antes. Presiento que está desilusionada porque esperaba más de la relación. Sospecho que está defraudada de la vida que lleva con él, nada comparado a lo que le prometió. Él ya no la engríe como antes, ya no llena de besos su rostro blanco, siempre llega tarde y a veces llama para avisar. Él tiene otra mujer que no es tan linda como la que tiene en casa. Él no ama a esta acompañante ocasional, solo desea su cuerpo. Por momentos se siente mal de engañar a la chica de sus sueños, pero sus instintos ganan el partido frente a sus sentimientos.

Ella no se queda atrás. No juega al engaño como él, pero sale por las noches de vez en cuando con un chico que se convirtió en su amigo clandestino, ese al que llamas solo cuando quieres vengarte del verdadero amor, ese personaje capaz de recibir tu despecho, sin mayores aspiraciones, sin ninguna esperanza. Ella sale con su amigo conveniente y él con su acompañante nocturna. La primera pareja termina siempre en el mismo bar. La segunda, termina siempre en el mismo hotel. Ella y él, al final de la noche o a la mañana siguiente acaban en la misma cama, con el mismo beso de buenos días y con la misma rutina insalvable.

Ella no quiere dejarlo porque aun lo ama un poco y porque no puede vivir sola en esta gran ciudad. Él también la ama, pero no puede dejar de ser como es (eso es siempre lo que dice). A fin de cuentas ambos son felices cuando comparten un domingo en casa. Eso borra todo el dolor y el sufrimiento de la semana, borra los besos mentirosos y esas salidas de las que ninguno habla, porque son felices así.


Ella vive sola en un país que no conoce. Extraña al amor que dejó en su país. Él también la extraña, pero se las ingenia para llevar la pena. Ella le promete regresar pronto, pero él no le cree del todo. La ama, pero sabe que la realidad pinta un color gris. Ella se fue hace más de un año. Se fue porque no tenia otra salida, porque sus padres la obligaron a irse, porque dependía de ellos, porque su hermana es una arpía que todo lo maneja con su carácter imperativo, opresor. Él se quedó sin poder retenerla, porque no tiene los medios, porque es débil y no pudo contra la hermana arpía, porque se equivocó de vida, porque el amor a veces no puede con todo o porque la ama con el corazón que no tiene.

Ella sale con un amigo del trabajo. Él sale con una amiga comprometida pero infeliz. Ella solo quiere bailar y recordar el amor que dejó atrás. Él solo quiere volver a amar a alguien que le haga olvidar su pasado. Ella besa a su amigo del trabajo pensando en su antiguo amor. Él se enamoró de su amiga comprometida. Ella no quiere terminar en un hotel, porque prometió que nadie tocaría su alma. Él quiere besar a su nueva amiga para olvidar a su amor viajero.


Ella sigue presa en su primer amor. El sabe que puede contar con ella. Ella no lo olvida porque no quiere hacerlo, porque guarda la esperanza de que todo vuelva a ser como antes. Él la cita en el lugar de siempre, en el hotel donde por primera vez hicieron el amor. Ella no quiere, pero acepta, porque quiere verlo, porque aún lo ama. Él se siente culpable porque ya no la ama, porque se olvidó de ella hace años y sólo la busca por complacer sus fantasías. Ella aún le escribe mensajes preocupados y tiernos. Él la ofende con llamadas insinuantes y groseras. Ella sólo quiere conversar con él, hablar de cualquier cosa, recordar viejos tiempos. Él sólo quiere matar sus deseos, hacerla suya una vez más. Ella sabe que él no la ama, pero se arriesga, porque nunca amó como aquella primera vez. Él es un canalla enamoradizo, que la ama, pero a su manera.


Ella lo dejó por su mejor amigo. Él todavía la ama pero no puede pisotear su orgullo. Ella se enamoró, sin querer, del confidente incondicional. Él lamenta no haber sido más precavido e intuir las intenciones de su mejor amigo. Ella dejó de amarlo cuando sospechó que él le era infiel con una chica alta, voluptuosa. Él le pedía hacer el amor, pero ella no quería, porque inconscientemente imaginaba cómo él se revolcaba en la cama con la chica alta y voluptuosa. Ella está feliz con su nuevo amor. Él quiere matar a su ex mejor amigo. Ella grita a los cuatro vientos que tiene nuevo novio. Él se siente engañado, traicionado, pero se consuela con su chica alta y voluptuosa. Ella hace el amor con su nuevo novio. Él sigue tirando con su chica, pero todavía piensa en ella, a veces.


Ella tiene novio y él, novia. Él pasa a recogerla a su casa en taxi. Ella dice que saldrá con sus amigas, pero sale con él. Él la lleva a un hotel y hacen el amor. Ella fuma marihuana y le cuenta que su novio ya no tiene tiempo para tirar. Él se siente triste por engañar a su novia, pero se mete al jacuzzi. Ella le cuenta con quién perdió su virginidad. Él se le tira encima y termina, no quiere escucharla. Ella se fuma otro porro y le dice que no se cuidó. Él le da esas pastillas milagrosas y la lleva a su casa. Ella no paga el taxi, sabe que todo es gratis. Él paga todo y sabe cómo cobrarse. Ella se despide con una pregunta: ¿nos vemos mañana? Él le responde: sí, a las diez, en el hotel de siempre.


Ella acaba de terminar una relación. Él está solo porque su novia lo terminó. Ella quiere estar con él. Él acepta porque no le gusta estar solo. Ella olvida a su antiguo amor y se embarca en una nueva aventura. Él no la ama desde el comienzo, pero aprende en el camino. Ella habla mucho. Él, poco. Ella habla mucho de su ex. Él no habla de sus ex, porque lo ponen triste. Ella le cuenta sus secretos de alcoba. Él no quiere saberlos, porque le dan nauseas, no quiere imaginar lo que otro hombre hizo en su lugar. Ella lo cuenta todo. Él la ama menos cada día, pero le gusta tirar con ella. Ella piensa que lo tiene amarrado, cree que sabe mucho del amor y de sus laberintos. Él solo quiere estar con alguien, quien sea. Ella sigue hablando de sus ex. Él ya no aguanta más. Ella tiene muchos pretendientes, dice. Terminan. Ella llora sólo un día, luego se lava la cara y sale a pasear. Sabe que siempre hay un pretendiente más; en fin, lo importante es tener a alguien con quien tirar.

Feliz 2010


El año pasado fue un fin de año bastante malo. Mis constantes debacles emocionales no me permitían disfrutar tan importante suceso. Recuerdo que pase el año encerrado en el Kia 97 y mensajeando a mi amiga Martha que estaba a las afueras de Lima, en un campamento con amigos de la universidad. Supuestamente estaba en una reunión familiar en el club de Yurimaguas, cuando en verdad debía haber estado con la chica que era mi novia, amiga cariñosa o compañera complaciente de aquel momento, pero mi ánimo taciturno me obligó a vivir la media noche encerrada en el coche esperando que me diera una muerte rosa.

Este año fue diferente. Si bien es cierto que en un principio había quedado con los chicos de promoción para pasar juntos las últimas horas del 2009, en realidad la pasé lejos de San Juan, al otro lado de la ciudad, en San Martin de Porres, mi ex barrio de niño triste que corría por la avenida Perú, hace más de quince años. La reunión era en casa de mis primos Lili y Vladimir, a quienes aprecio mucho porque tienen una forma cariñosa de tratarme, sobretodo Lili, quien es muy dulce y demuestra sus afectos con abrazos y palabras cariñosas. Ellos tienen un hijo, Vladimir Junior, quien curiosamente terminó encariñado conmigo, y digo esto con la convicción de que los niños no son mi fuerte, porque no los soporto y ellos no me soportan más de quince minutos. Vladimir Junior estuvo en mis brazos y jugando conmigo antes de dormir, cosa rara, porque generalmente terminan llorando y pidiendo a gritos a sus padres. Lo bueno fue que esa relación repentina de cariño con un niño de dos o tres años no motivó en mis padres la ternura de abuelos en potencia, ni lanzaron indirectas cuando me vieron con el bebe en brazos, sobretodo mi madre, la más emocionada con el tema. Ver a la familia fue lo mejor de la noche, pero tengo que hacer una mención aparte a la música, a esa melodía cajamarquina que tanto me hace bailar. Los carnavales y la marinera cajamarquina son cosas que me hacen feliz, porque aunque no sé bailarlos, me muevo con una autoridad que creo tener porque mi padre nació allá y llevo en mi sangre ese amor por Cajamarca que mi única visita a esa ciudad me permitió reafirmar. Bailé con mis tías, con mis primas, con mi madre y tomé con los que tomaban, menos con papá, porque era el amigo elegido y yo era el elegido amigo para tomar. Lo mejor de la noche fue la llegada del año nuevo, el 2010, la sesión de fotos, los abrazos, las palabras de amor y aliento que nos regalamos sin restricción. Este 2010 comienza con la consigna, nuevamente, de publicar, por lo menos por internet, las novelas que tengo en el tintero, terminar la universidad, buscar trabajo porque odio no tener dinero, aprender más idiomas, leer más novelas, escribir más, volverme a enamorar, aunque esto último puede esperar, porque quita tiempo para todo lo demás. Igual les deseo todo lo mejor a las personas que amo y respeto. A mi padre, que logre descansar del trabajo diario, que viaje mucho y se divierta como nunca. A mi madre, que borre las heridas del pasado completamente, que sea feliz, que comience su negocio, que siga aprendiendo cosas, que nos siga amando como siempre y que perdone mis faltas. A mis hermanas, que luchen por sus sueños, que se enamoren, que aprendan del amor, que lean mucho, que vean mucha televisión, que adelgacen, que me sigan amando como yo a ellas y que rían y lloren también. A Lili y Vladimir, que se sigan amando, que cuiden y hagan feliz a Vladimir Junior, que la casa y la familia crezca, que viajen y disfruten la vida y que todos sus proyectos se cumplan. A Jorge y Verónica, que su bebe sea la niña más bella e inteligente de la escuela, que no falte trabajo, que no falte amor, que no falte alegrías y sobretodo muchos abrazos. A mis amigos, a Sergio, que publique su libro, lo espero con emoción, aunque ya no se lo diré porque estamos peleados o por lo menos distanciados. A Luis, que termine la universidad. A Eder, que siga el amor y que regrese a la universidad. A Meche, que encuentre el amor. A Martha, que sea la mejor madrina del mundo, porque yo seré el padrino y mi actuación será calamitosa. A Marco, que recapacite y me quite el padrinazgo. A Benjamín, que supere el hecho que será mi ahijado, que sea un niño feliz y que su madrina Martha le de muchos regalos. A Carolina, que tenga más novios de la promoción y que construya el decimo piso de su edificio. A Kathy, que se case con su novio. A Marianela, que abra su corazón. A Cynthia, que nos lleve a pasear mucho este año. A Raúl, que se case con Liliana. A Liliana, que se case con Raúl. A Elard, que logre sus metas, que siga con Soplin, que se amen mucho y que se compre el Mustand del 67 que tanto quiere. A Soplin, que me siga queriendo como hasta ahora, que ame a Elard por siempre, que se titule, que le guste mi regalo del amigo secreto y que el bólido siga corriendo. A mi gemelo diabólico, que termine la universidad, que siga teniendo muchas chicas a la vez, que no embarace a nadie y que no se enferme de nada. A José Valiente, que siga haciendo empresa, que siga enseñando a otras personas que como yo aprendieron de él, que sea el héroe de su familia, que se case con Ruth, que se compre otro carro y que ese carro sea para hombre. A Evelyn, que Tiziano sea un hombre como su padre, que lo primero que dije no se cumpla y que sea algo mejor, que la bebe que viene en camino sea tan bella e inteligente como su madre, que se titule y que sea la mujer más feliz del mundo. A mi madre Jessica, que se case con mi padre, que siga siendo tan buen ser humano, que ascienda, que me siga queriendo y que nos sigamos reuniendo con las chicas como hasta ahora. Al maestro Tunque, que termine la universidad y que sea supervisor. A Charolin, que sea gerente regional, que haga el niño más feliz del mundo a Jesús, que no maltrate a Paulino más de lo que me quiso a mí y que me siga recibiendo con cariño cuando vaya a visitarla. A Carmen, que me permita ser su amigo siempre aun cuando consiga un novio celoso, que me regale mil noches de cine en su cuarto, que pase estadística, que le gane a Rafita en el ranking de ventas, que su hermano me siga ayudando con la laptop y que Carlitos Bex la moleste más. A Canales, que siga siendo campeón la U y que se case con la charapita. A Paulino, que siga siendo el prospero de la cuadra y que su fortuna crezca más. A Pecho, que deje el banco y regrese a la universidad. A Francis, que deje a su gordo y se case conmigo. A Héctor, que venga más a la casa y que perdone mis desplantes. A Rafael, que siga diciéndome ¡Qué mujer! Y se siga acomodando el cabello con ese glamur que solo él tiene.

En fin, un feliz año para todos, para los que no están en esta lista, mis mejores deseos, de paz y prosperidad, que todo crezca, que todo sea en abundancia, sobretodo, el dinero y el amor. Me voy a dormir.

28 de diciembre


Hace algunos veintiocho de diciembre estaba en casa de Lay, un amigo de toda la vida. Jugábamos ajedrez con su prima Yvon, escuchábamos música y esperábamos la hora de irnos. Eran más de las seis, pero no teníamos la intención de terminar la reunión. La casa de Lay era como nuestra casa. Ya habíamos terminado el colegio. Algunos habíamos ingresado a la universidad y gracias a ello disfrutábamos de los regalos de navidad, como el celular que tengo. Yvon jugaba ajedrez con Lay y yo miraba las piernas de la prima coqueta y alegre. Estábamos en la habitación de la casa, echados sobre la cama y con el tablero al lado. Los demás chicos se habían ido después del partido de vóley que jugamos en la pista al frente de la casa. La red estaba tirada en el patio, junto a los palos con la que se sostenía. La pelota nos acompañaba en la caída de la noche, en los últimos instantes de la tarde de juego. Suena mi celular. Era Vanessa, la hermana mayor de Elena, la chica de mis sueños y de mis pesadillas. Elena se ha caído, está mal en el hospital, decía el mensaje. Abrí los ojos con espanto y terror. Pensé que Elena estaba grave en el nosocomio del Rímac, donde su mami trabajaba. Ya regreso, le dije a Lay. ¿A dónde vas?, preguntó. No respondí. Bajé las escaleras, corrí por la sala, pase al lado de la red que seguía tendida al lado de los palos y salí sin cerrar la puerta de la casa. Corrí como un desalmado que huye del crimen hasta llegar a la tienda. No tenia saldo en mi juguetito, mi celular. Cogí el teléfono público y marque de memoria el número de la casa de Elena. Vanessa me respondió. Aló, soy Ricardo, cómo está Elena, dije. Vanessa dudó. Está bien, en el hospital porque se cayó bajando del tercer piso, recogiendo la ropa, respondió. ¿Está en el Rímac?, pregunté. Si. Ok, voy para allá. No, no vayas ahora, porque no te dejaran entrar, es muy tarde. Entonces voy mañana a primera hora, dije. Si, está bien, anda mañana, asentó Vanessa. Gracias por avisarme, igual si hablas con tu hermana dile que esté tranquila que mañana todo estará bien, agregué. Ok, nos vemos mañana Ricardito. Chau Vane. Colgué el teléfono y regresé pensativo y triste a casa de Lay. Imaginaba que Elena pasaría la noche sola en ese lugar solitario y lúgubre. Sentí las ganas de ir en su búsqueda, de burlar la vigilancia del hospital y pasar la noche al borde de su cama, velando su sueño. O, tal vez pasar la noche conversando, burlándonos de los azares desafortunados de la vida, de las caídas imprevistas por recoger la ropa y las llamadas oportunas al adminiculo que papá me obsequió por haber ingresado a la universidad. Solo quería verla y decirle que estoy con ella. Entré a casa de Lay. Cerré la puerta y regresé al cuarto donde seguían jugando ajedrez. ¿A dónde fuiste doctor?, preguntó Lay. Elena sufrió un accidente, mañana iré a verla al hospital. Suena mi celular de nuevo. ¿Qué le pasó?, preguntó Lay. Leo el nuevo mensaje de Vanessa. Lay se queda mirándome, esperando una respuesta. Sonrío. ¿Qué pasó?, insiste. Nada hermano, nada, feliz día de los inocentes.

La intención de lo Real Maravilloso: La búsqueda del Pasado en Pedro Páramo de Juan Rulfo


Alguien dijo ‘La vida es una actividad que se ejecuta hacia adelante, y el presente o el pasado se descubren después...’. En un comienzo me sorprendió la audacia del refrán, el juego de palabras y el mensaje al decir: ‘descubrir el pasado después’. En estas palabras quiere rescatar el sentido de lo sucedido, la enseñanza, o, como decían en el final de las fabulas: ‘la moraleja’. Es evidente que el pasado enseña, que la historia es el fundamento de cualquier ciencia social, que el contexto histórico es básico para el entendimiento de una novela o de un autor. No podemos olvidar que la historia está en todos lados, que es indispensable para los creadores o para los que simplemente copian. Sin la historia, sin los ‘tormentos de la memoria’ como decía García Márquez, no podemos construir un futuro. Volver al pasado, la historia, mirar hacia atrás, te forma una identidad como hombre dentro de una sociedad. No es lo mismo ser alemán que ser judío, norteamericano o musulmán y tampoco español o peruano, aunque en este último caso una parte de la historia nos puede jugar una mala pasada. En definitiva, somos lo que somos por nuestra historia.

Juan Rulfo, en su novela Pedro Páramo (1955) nos narra esa vuelta al pasado en el momento que Juan Preciado decide ir en busca de su padre, Pedro Páramo. El padre representa el pasado del pueblo de Comala, un lugar netamente campesino, agrícola, donde al parecer no vive nadie, porque todos están muertos, como si una maldición hubiera caído sobre aquel lugar. En otras novelas latinoamericanas, donde utilizan el ‘nuevo comienzo’ de un pueblo, como en el caso de Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez, donde la familia Buendía funda Macondo, un paraíso donde lo maravilloso se confunde con lo cotidiano; este nuevo comienzo trae consigo un pasado que no pueden descifrar, una historia que obvian, que mantienen apartada en un espacio de la casa. Lo que diferencia a Pedro Páramo es que esta novela nos muestra el final de Comala, el apocalipsis de un pueblo en donde abundan los mitos y creencias, un pueblo netamente americano, donde temas como la muerte son tomados con ironía y normalidad. Cien Años de Soledad, desencadena la historia de Latinoamérica, mencionándola como un lugar paradisiaco, bello, justo, natural, donde la corrupción y la violencia no contamina a sus habitantes, entendiendo por violencia esas que permiten el poder, esas que envilecen al hombre convirtiéndolo en un asesino sin razón, sin el mínimo concepto del honor. Comala es un sitio árido, destruido, abandonado, víctima de las consecuencias de esa corrupción y esa violencia que, en su búsqueda del poder, terminan por destruir lo trascendente. Pedro Páramo representa al gamonal, al principal opresor de los habitantes del pueblo de Comala, quienes eran víctimas de violencia, robo de tierras y corrupción indiscriminada. Todo un pueblo sometido a la voluntad torcida de un hombre. Macondo, con el transcurrir de la novela, va conociendo y siendo parte de ese mundo capitalino, de esos gérmenes latinoamericanos llamados guerra y modernismo que buscan acabar con la ideología del otro y hacerse dueño del ‘cambio total’. Un ejemplo claro son las guerras civiles entre liberales y conservadores, que terminaron con la paz y el orden en Macondo. Podemos concluir de ello, que García Márquez buscaba hacer una síntesis de las guerras civiles en América, logrando definir exactamente los verdaderos motivos de ellas: ‘la búsqueda del poder’.

Por otro lado, viendo las técnicas literarias en algunas obras Latinoamericanas, notamos que existe el argumento de la novela dentro de la novela. Como podemos ver en Cien Años de Soledad, donde los manuscritos de Melquiades vienen a ser el archivo, el pasado que los macondinos no pueden descifrar hasta que ya es demasiado tarde. A diferencia de la novela de García Márquez, Pedro Páramo va de atrás hacia adelante, mostrando las consecuencias del gamonalismo en Comala y los resultados de la violencia dentro de la historia latinoamericana. Todo comienza desde el viaje de Juan Preciado luego de la muerte de su madre, la búsqueda del padre que no conocía, el encuentro con su medio hermano en las puertas de Comala, los diálogos con Eduviges y los recuerdos de Pedro Páramo. Cien Años de Soledad y Pedro Páramo son dos maneras ejemplares de contar la realidad, la realidad de América Latina.

Quisiera detenerme en el autor de Pedro Páramo, Juan Rulfo, quien nació México (1918). Su nacimiento coincidió con el fin de la revolución Mexicana (1910-1917) y su niñez padeció la guerra cristera (1926-1928), una secuela de la revolución. Su personalidad sencilla, tímida y retraída hizo que su obra no fuera extensa en número pero genial en contenido. Sus primeras obras fueron destruidas por el mismo porque las consideraba retoricas. Por eso podemos conocer La vida es muy seria en sus cosas, Nos han dado la tierra, Macario (1945), El llano en llamas (1953), Pedro Páramo (1955). Luego, ese mismo año, publicaría un par de cuentos más El día del derrumbe y La herencia de Matilde Arcángel para luego alejarse del trabajo literario e internarse en su trabajo con los indígenas mexicanos. Esta preocupación por México, por su gente y su tierra, fue lo que lo llevó a tomar el rumbo de su narrativa. Esa búsqueda por describir ese mundo agrícola, indígena, lo llevó a analizar temas como el problema de las tierras, la guerra, el amor, la muerte, la búsqueda del padre ausente, la identidad, el mito, las tradiciones, y todo en un volumen de 150 páginas donde intenta que la ficción describa, sin querer, porque Rulfo no hace un intento desmedido por dejar en claro que está hablando de Latinoamérica, no intenta dar datos exactos, a excepción del lugar geográfico que sí existe. Todo el desarrollo de la novela de dedica a jugar con el dialogo de los personajes que se apoderan de esos detalles que terminan haciendo de la novela un texto claro y directo. La forma de usar sus conversaciones dentro de la novela, ese lenguaje campesino, rural, muestra su interés por el tema indígena y muestra una pesadumbre sobre el final de esta clase desvalorizada, no solo en México, sino en buena parte de América. El tema del amor es tocado de manera no gravitante. Solo podemos rescatar el amor de madre e hijo, el amor de pareja entre Pedro Páramo y Susana San Juan y el amor incestuoso entre dos hermanos. En este último caso, podemos relacionarlo, nuevamente, con Cien Años de Soledad, donde el tema del incesto es tocado de manera abierta y sin complejos. Posiblemente los autores hayan tomado como referencia el complejo de Edipo, pero también podemos rescatarlo de alguna creencia o mito indígena. En el tema político, la imagen del terrateniente, representado por Pedro Páramo, deja claro el abuso por las tierras, el maltrato al campesino, sin ningún tipo de justicia, simplemente guiados por el capricho del feudal y sus intereses. La muerte es otro tema fundamental en la novela. Rulfo menciona que utiliza la muerte para hacer una narración más ligera y no desperdiciar palabras dando apariciones a los personajes. De alguna manera la muerte le da licencias para jugar con los personajes, sin demorar en presentaciones ni detalles superfluos. La muerte es tomada como un tema cotidiano. El hecho que los muertos puedan hablar con los vivos, nos da ese contexto mítico y desolador que claramente tiene la novela. Nos perdemos en las declaraciones de ese mundo fantasmal que narra la historia del pasado de un pueblo, de una manera ágil, irónica y desafiando el tiempo y el espacio, hasta, la vida misma. La violencia, el desamparo, la venganza, el abandono de las tierras producto de las guerras, son temas abordados por Rulfo, gracias a las vivencias de sus primeros años.

Los escritores que pertenecen a la corriente literaria de lo real maravilloso tienen en común una fuerte base histórica. A esta base histórica, Gonzales Echevarría llama ‘archivo’, y está presente en gran parte de la novela hispanoamericana del siglo XX. La búsqueda del archivo, el descifrar su contenido, el tener entre manos el manuscrito de la historia real de Latinoamérica, esa misma historia que permite la creación de toda la ficción de una novela, como en el caso de Cien Años de Soledad, donde las hojas de Melquiades terminan siendo la novela misma. ¿Por qué los manuscritos de Melquiades no pueden ser leídos en las primeras líneas de la novela? Porque, seguramente, el mensaje del autor es que nosotros, y el mundo en general, aún no valora los orígenes de la cultura americana. Seguimos siendo vistos como cosas raras, indígenas irracionales y no obtenemos un respeto como cultura. Ese respeto lo conseguimos conociéndonos y sabiendo quienes somos verdaderamente. La única forma de conocer aquello es leyendo nuestra historia y concientizando nuestro presente para saber a dónde vamos. La novela latinoamericana busca eso. En Pedro Páramo nos muestras que el fin de la guerra no es otro que la destrucción y el aniquilamiento de una cultura, la cual es sometida a lo moderno, a los intereses personales, al capitalismo y a los intereses de extranjeros. En Cien años de soledad, vemos el camino desde la fundación del paraíso hasta el fin del mismo. Una propuesta ambiciosa, que lo que busca es ser ese archivo para las nuevas generaciones, responsables del futuro de América.

Las guerras civiles en América fueron frecuentes en el último siglo. Podemos decir que todo comenzó en 1910 con la revolución mexicana, en un afán de destronar al presidente Porfirio Díaz. Ante el abuso del presidente mexicano, incurriendo en reformas agrarias que afectaban los intereses de los feudales, estos últimos buscaron acabar con la dictadura imperante y tuvieron el apoyo de la masa campesina dictando un falso discurso. La revolución fue un éxito y Porfirio Díaz fue derrocado. Francisco Madero asumió el poder para luego ser asesinado por los mismos lideres idealistas que lo acompañaron en la revolución. La revolución duró siete años, donde el poder paso de mano en mano entre los mismos revolucionarios. Luego la iglesia también tomó parte importante en la situación política de México, cuando en 1926 intentan poner fin a las cotas impuestas por el gobierno revolucionario, los miembros de la iglesia entraron a la guerra, generando más violencia en nombre de Dios. En Cien años de soledad, Gabriel García Márquez intenta hacer un extracto de todas las revoluciones sucedidas en América. Cuando la guerra civil estalla en Macondo, el coronel Aureliano Buendía asume el liderazgo de los liberales y se internan en sendas batallas contra los conservadores. En un principio parecía que las ideologías eran divergentes. Por un lado los conservadores, quienes ostentaban el poder, daban una importancia gravitante a la iglesia, hacían diferencia entre los hijos naturales (hijos fuera del matrimonio) y los legítimos (hijos dentro del matrimonio), y creían en un gobierno totalitarista, centralizado. En el caso de los liberales, quienes buscaban arrebatarles el poder, su visión de gobierno era descentralizada y federal, creían en la igualdad de derechos para cualquier hijo, ya sea nacido dentro o fuera del matrimonio, y en el manejo ético del poder, ya que, el coronel Aureliano Buendía, decide hacerse liberal luego de un episodio donde su suegro, que era conservador, hace trampa con el ánfora que tenían los votos para las elecciones presidenciales. Luego de una devastadora guerra civil interna y con el deseo de reinstaurar la paz en Macondo y en todo el país, deciden, liberales y conservadores, firmar el tratado de Neerlandia, donde los acuerdos hacen pensar que no hay mucha diferencia entre ambas posturas. Estaban peleando por el poder, nada más. Esta última conclusión irónica a la que llega García Márquez, es la misma que entiende Rulfo en Pedro Paramo, donde deja tácitamente escrito que no importa quien lleve el poder si al final se termina como Comala, muerta, desolada y nostálgica.

Después de la guerra, el otro mal que aqueja América es el ingreso irresponsable y desmedido del capital extranjero. En la novela de García Márquez aparece esta empresa trasnacional bananera, que viene a invertir en Macondo, pero que en el fondo vende un ‘falso progreso’, porque el ingreso del capitalismo irresponsable no viene cargado de un tema social, sino individual, donde los dueños del capital buscan beneficiarse a costa del trabajo de los que no tienen el capital. Este falso progreso también es un mal tan dañino como las mismas guerras, porque genera desigualdad, una mala distribución de la riqueza y el abuso contra el más necesitado, el pueblo. El capitalismo, en la obra de Rulfo, es representado por esta otra forma de explotación que es el feudalismo, que si bien antecede al capitalismo, mantienen las mismas bases fundamentales: ‘los mayores beneficios para los dueños de la tierra, en el feudalismo, o para los dueños del capital, en el capitalismo’.

Este nuevo sistema capitalista no hace más que fortalecer las diferencias marcadas entre la clase dominante y la trabajadora. Este tema suma para el archivo en la obra de García Márquez y en la de otros autores del género. Muestra de aquello, es la alusión a la matanza de obreros en la empresa bananera. También la relación entre una hija burguesa como Meme y Mauricio Babilonia, un trabajador obrero. El hijo de esta relación comete el verdadero incesto cuando tiene relaciones con su tía, Amaranta Úrsula, hermana de Meme. Este mensaje claro, contundente, sobre las diferencias sociales en Macondo nos da una muestra clara del tipo de sociedad en la que se convirtió el pequeño pueblo. Un lugar capturado primero por la miseria política y luego por la invasión del capitalismo.

El feudalismo fue lo que terminó con Comala. Ante los abusos interminables de Pedro Páramo, los habitantes de aquel pueblo fueron escapando. Dice en la novela que por un tiempo Comala se convirtió en un sitio de ‘adioses’, donde todos se despedían prometiendo volver, sin embargo, esto último jamás sucedía. Se fueron quedando en Comala solamente los que tenían mayor relación con Pedro Páramo hasta el día de su muerte, y, aun después de muertos, jamás pudieron escapar de ahí. Sus almas merodearon el pueblo sin descanso, por siempre.

Volvamos al tema del archivo, esta forma de introducir en la novela una novela que contiene a la misma. Podemos intuir que los manuscritos de Melquiades era la novela de García Márquez. Este mismo ejemplo podemos ver en la novela de Alejo Carpentier Los pasos perdidos donde el personaje principal, cuando entra a este mundo escondido de la realidad, Santa Mónica, en medio de la selva, lo que hace es escribir una historia, reproducida de sus vivencias en aquel lugar. Por causa de la falta de papel, el personaje decide abandonar el lugar para ir en busca de material para seguir escribiendo. En su regreso a la realidad, busca el papel y publica lo avanzado en su trabajo. Esa publicación, al igual que los manuscritos de Melquiades, es la misma novela. Cuando el personaje regresa en busca del lugar perdido, se da con la sorpresa de que ya no puede encontrar la entrada a dicho paraje.

La importancia del archivo en la literatura latinoamericana es fundamental, porque nos muestra nuestro pasado y la historia de dónde venimos. En un continente donde la multiculturalidad es su principal característica, después del periodo de la conquista, la inmigración china y africana, podemos decir que somos una mezcla de todos los continentes, habitando en un relieve mágico, único e irrepetible en ningún otro lugar. En El reino de este mundo de Carpentier, encontramos la historia haitiana donde vemos que sus principales autoridades, luego de ganar la independencia, implantan un gobierno semejante al que Francia tenia sobre ellos, tirana y opresora. Muestra como somos capaces de copiar lo ajeno, sin darnos el trabajo de buscar lo que fuimos antes y juntarlo con lo que somos ahora. Esa búsqueda de la identidad, de conocer de qué estamos hechos, qué es lo que nos hace diferentes a nuestros colonizadores de siglos pasados y de los actuales, esos que mantienen una colonia basada en el poder económico.

Mantener una unión entre americanos, yendo a un mismo frente, tirando del mismo lado, sin atropellarnos en guerras revolucionarias como la de Cuba (1959), golpes de estado como el que ocurrió en Chile (1973) o levantamientos campesinos como en El Salvador (1932). La idea es aplicar un sistema coherente con las necesidades y características de América. Hoy en día son aplicables las posturas que alguna vez Gabriel García Márquez refirió en la premiación del Nobel, cuando fue el ganador (1982). Han pasado casi tres décadas y seguimos siendo esa América pintoresca, donde sus habitantes propinan golpes de estado y destierran presidentes. Donde los más pobres siguen siendo pobres, donde la educación sigue siendo selectiva, donde el racismo mantiene sus rezagos, donde la cultura indígena aún sigue siendo maltratada y la historia se sigue ignorando.

Es alarmante que el Boom siga manteniendo una vigencia hasta nuestros días, pero una vigencia exótica y no transformadora. La genialidad de sus representantes, García Márquez, Rulfo, Carpentier, Vargas Llosa, Fuentes, marcaron una diferencia notable en el mundo literario porque fueron a las raíces de su propia cultura, sin venderse. García Márquez crea Macondo, usa la ficción para narrar una historia que parte de Aracataca, su ciudad natal, ese pueblo caribeño, pegado al mar, denominado provinciano, donde su abuela vivía contándole historias maravillosas que solo podían gestarse en pueblos como los latinoamericanos. Rulfo en México, un país con una gran cultura ancestral, con fuertes cambios políticos, plagada de miles de mitos y creencias, propias de la región. El Caribe, todos los países de Centro América, como Cuba, con una cultura diferente a la que vemos en América del Sur, sobre todo en países como Perú, Bolivia, Chile y Argentina, pero sin embargo, todos partes de un solo continente. Somos herederos de un pasado muy rico, geográfico, histórico, literario y culturalmente hablando. Lo real maravilloso puede convertirse para nosotros en ese archivo que debemos tener presente para el nuevo comienzo, para la nueva nación unificada que debemos empezar.