miércoles, 30 de diciembre de 2009

Conversaciones imprudentes

Eduardo: Me molesta que hables de tus ex.

Ana: Sólo fue un comentario tonto.

Eduardo: Haré tantos comentarios tontos que te rayaré la cabeza y no podrás dormir.

Ana: Perdóname amor. Soy una engreída y me molesta que no pueda cambiar eso.

Eduardo: Es que realmente no crees que estas actuando mal, sólo quieres cambiar por complacerme.

Ana: Es que te amo mucho, como nunca he amado a nadie.

Eduardo: No parece. Porque siento que jodemos la relación con cada conversación que tenemos.

Ana: No digas eso. ¿Acaso no me amas?

Eduardo: Si te amo. Me importas y por eso me llega que hagas comentarios tontos.

Ana: Tienes razón. Soy una tonta.

Eduardo: No es para tanto.

Ana baja la cabeza y llora. Eduardo la consuela con un abrazo y un beso en la frente.



Sofía: ¿No me puedes perdonar que haya tomado unos tragos con los amigos de mi hermana?

Sergio: No tengo nada que perdonarte, es tu vida. Además no es novedoso para mí verte o escucharte con tragos encima.

Sofía: ¡Eres un patán! ¿Cómo vas a decirme eso? Siempre me sacas en cara todo lo que hago. No tomas en cuenta lo difícil que es para mí vivir tan lejos de ti.

Sergio: Haz lo que quieras con tu vida. No me importa.

Sofía: ¿Ya no te importo? ¿Recién me lo dices?

Sergio: Si tomas no deberías escribirme.

Sofía: Pero tú me escribiste reclamando que no te escribía. ¿Quién te entiende?

Sergio: Si quiero que me escribas, pero no borracha.

Sofía: ¡No me digas borracha! sólo tomé unos vasos de wisky con mi hermana y sus amigos. No tiene nada de malo que me divierta en mis tristes días en Paris.

Sergio: Ya te dije. Haz lo que quieras.

Sofía se queda en silencio. Sergio piensa que está gastando su línea telefónica en vano.



Elvira: Javier necesito un favor.

Javier: Milagro que me escribes. Dime.

Elvira: Mi DNI ha expirado y necesito cobrar un cheque. ¿Crees que puedas ayudarme?

Javier: Anda a mi agencia y te pago el cheque.

Elvira: ¿De verdad?

Javier: Claro. Pero, tú sabes cómo tienes que pagar el favor.

Elvira: ¿Cómo?

Javier: No te hagas. Sabes de lo que hablo. Nos encontramos en el lugar de siempre.

Elvira: ¡Ay! ¡No cambias! No, contigo ya no pasa nada. Tengo muy malos recuerdos contigo en ese lugar.

Javier: ¿De verdad? Entonces déjame reivindicarme.

Elvira: No. Pero no me niegues el favor pues. De verdad necesito cobrar ese cheque.

Javier: Ya sabes cuál es el precio.

Elvira: ¿Estás hablando enserio? No me obligues a buscar a otra persona.

Javier no responde, le duele que Elvira haya dicho que no tiene buenos recuerdos de él. Elvira está en un hotel con su novio, preguntándose cómo va a cobrar su cheque.



Joaquín: Ven a mi casa, yo te pago el taxi.

Alejandra: Ya es muy tarde. Estoy en mi cama a punto de dormir.

Joaquín: No importa, cámbiate y ven a mi casa. Después vamos a un lugar donde podamos estar solos.

Alejandra: ¿A dónde?

Joaquín: A un lugar donde podamos ver televisión, sacarnos los zapatos y conversar echados sin preocuparnos de las formas, el tiempo y el frío.

Alejandra: ¿Quieres ir a un hotel?

Joaquín: Puede ser. ¿Tú quieres?

Alejandra: Si quieres vamos, pero yo sé que no va a pasar nada.

Joaquín: ¿Por qué estas tan segura?

Alejandra: Porque no quiero tener sexo contigo.

Joaquín: De acuerdo, pero toma el taxi y vamos a un hotel. Quiero verte.

Alejandra: Hoy no. Mejor dejémoslo para otro día.

Joaquín: ¿A qué tienes miedo?

Alejandra: A nada, pequeño.

Joaquín: Te espero entonces. Tengo muchas ganas de verte.

Alejandra: Entonces imagínate que estoy ahí, duerme, sueña conmigo y nos vemos otro día.

Alejandra se queda dormida. Joaquín no duerme pensando en ella.



Mamá: Deberías volver a la universidad.

Sergio: No quiero hablar de eso.

Mamá: No haces nada por la vida.

Sergio: Mamá, se supone que soy escritor.

Mamá: ¿Supones? ¿Eres o no eres?.

Sergio: No lo sé. ¿Lo soy?

Mamá: Nunca sabes lo que quieres. ¿Cuándo será el día que encamines tu vida?

Sergio: Mi vida tenía un camino, pero el camino me lleva muy lejos.

Mamá: ¿A dónde lleva tu camino?

Sergio: A Paris.

Mamá: ¡Ay! Olvídate de Sofía. No tienes nada que ofrecerle, serías una carga para ella.

Sergio: Pero ya terminé mi novela y voy a publicarla.

Mamá: Cuando la publiques hablamos.

Sergio: ¿No crees en mí, no?

Mamá: Claro que creo en ti, hijo. Pero mejor regresa a la universidad y termina ingeniería.



Francisca: ¿Tienes el teléfono de José o de Luís?

Eduardo: No.

Francisca: ¿Qué pasa? ¿Por qué me contestas así?

Eduardo: ¿Así cómo?

Francisca: Sólo te pido el teléfono de los chicos porque hoy vamos a salir a bailar y quiero confirmar la cita.

Eduardo: No tengo el número de nadie. Busca en la guía telefónica.

Francisca: Eres un grosero. ¡Infeliz!

Eduardo: Espero que te diviertas. Lástima que a mí siempre me niegas una salida.

Francisca: No es verdad.

Eduardo: No me digas nada. Baila todo lo que puedas.

Francisca: No te molestes. Te prometo que pronto saldremos tú y yo.

Eduardo se queda callado. Sabe que no es verdad, que su chica lo ve como un amigo conveniente, sin compromiso, sin amor.

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