viernes, 6 de junio de 2008

Mi gran amiga Martha

Durante toda mi secundaria siempre fui un alumno promedio. Estudiaba en un colegio particular del cono más grande de Lima y no me iba mal. Tenía muchos amigos con los cuales viajaba mucho y me divertía. Tenía otros compañeros para los cuales pasaba inadvertido o simplemente no existía. Tenía algunos conocidos con los que casualmente compartía algunas reuniones bohemias, llenas de baile coqueto y trago motivador. Eran esas reuniones en las cuales terminabas estimando a todo el mundo, todo gracias al alcohol excesivo en nuestras venas. Tenía otro grupo de amigos, el de los estudiosos, el de los genios, el de los matemáticos con futuro, los próximos científicos de la nación, con los que aprendía mucha ciencia, mucha filosofía, que hoy por hoy no me sirve.
Entre todos mis grupos de amigos siempre resaltó el conformado por chicos sanos y responsables. Ni ratones de bibliotecas ni relajados sin remedio. Alumnos promedios, que tenían cada cosa en su lugar, la diversión y el estudio, la primera los fines de semana y el segundo de lunes a viernes. Me gustaba pasar el tiempo con Martha, una de mis mejores amigas de toda la vida, con la que puedo hablar de cualquier tema sin que note rubor en sus mejillas o tenga sobre mi cabeza la espada de Damocles para degollarme. Martha estudió conmigo toda la secundaria y era mucho mejor estudiante que yo. Es una mujer inteligente, guapa e interesante. Siempre tenía la costumbre de hacer reuniones en su casa, sobretodo sus cumpleaños, todos los fines de enero, siempre era inevitable terminar bailando en su casa. No recuerdo mejores fiestas que las que pasé en su casa. Diversión sana, coqueta, divertida y emocionante. Cada año, en su cumpleaños, algo nuevo pasaba, algo quedaba como anécdota para el resto del año. Cuando Martha cumplió quince años, hizo una gran fiesta en un local céntrico del distrito (el distrito más grande de Lima, del Perú y porque no, de Sudamérica). Recuerdo con cariño el momento en el que salí a bailar con ella, ese verano del 2000 había crecido enormemente y no sabía como ocultar mis extremidades. Martha, que se desarrollo normalmente, pasó todo el baile mirando hacia el techo para sonreírme un poco y aminorar mi bochorno. Martha es una gran dibujante y siempre me salvaba la vida con sus dibujos a la hora del recreo, antes de la clase de literatura, donde la maestra revisaba cada detalle de nuestros cuadernos. Martha siempre sacaba veintes en presentación de cuadernos, yo un decoroso once.
Martha tiene unos padres geniales a los cuales estimo mucho y aunque no los veo desde hace mucho tiempo, siempre recuerdo con cariño. Sobretodo a su padre, que siempre me motivó a estudiar ingeniería, como él, ingeniero de una prestigiosa universidad nacional, sin saber que mis redes neuronales eran insuficientes para tan grande reto.
A pesar de haber terminado la época de la escuela, Martha y yo nos seguimos viendo a pesar de las distancias y la escasez de tiempo. Ella ya no vive en el mismo distrito populoso de Lima, yo tampoco, pero siempre buscamos la manera de estar en contacto. Hoy por hoy, Martha y yo, estamos a punto de ser padrinos del primogénito de uno de nuestros amigos de esa época maravillosa de la escuela. La verdad no estoy seguro de que mi amigo desee tener como padrino a un impresentable como yo, pero estoy seguro que el puesto de madrina esta muy bien ganado por una mujer capaz de dar sentido a la palabra amistad. Creo sinceramente que mi futuro compadre tuvo un solo acierto al momento de escoger a los padrinos de su primer hijo, y el acierto fue Martha, que siempre me recuerda, sin muchos resultados, que debemos visitar al que será, si la locura del padre perdura, mi futuro ahijado. Gracias Martha por esa diligencia generosa y por ser la única que lucha por dignificar nuestra imagen como padrinos. Gracias por todos tus consejos, por escucharme siempre y por ser mi gran amiga.

1 comentario:

  1. Y Martha también está feliz de tener un amigo como Sergio :)....de todas las obras esta es la que más me gusto jeje. Besos
    Martha

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